La estatua
Miradla, así, sobre
el follaje oscuro
Recortar la silueta
soberana...
¿No parece el
retoño prematuro
De una gran raza
que será mañana?
Así una raza
inconmovible, sana,
Tallada á golpes sobre mármol duro,
De las vastas
campañas del futuro
Desalojará a la
familia humana!
Miradla así - de
hinojos! - en augusta
Calma imponer la
desnudez que asusta!...
Dios!... Moved ese
cuerpo, dadle un alma!
Ved la grandeza que
en su forma duerme...
¡Vedlo allá arriba,
miserable, inerme,
Más pobre que un
gusano, siempre en calma!
De: www.damisela.com
Plegaria
-Eros: ¿acaso no
sentiste nunca
Piedad de las
estatuas?
Se dirían
crisálidas de piedra
de yo no sé qué
formidable raza
en una eterna
espera inenarrable.
Los cráteres
dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra
del Silencio,
mana de las
columnas de sus hombros
la mortaja copiosa
de la Calma,
y fluye de sus
órbitas la noche:
Víctimas del futuro
o del misterio,
en capullos
terribles y magníficos
esperan a la Vida o
a la Muerte.
Eros: ¿acaso no
sentiste nunca
Piedad de las
estatuas?
Piedad para las
vidas
Que no doran a
fuego tus bonanzas
Ni riegan o
desgajan tus tormentas;
Piedad para los
cuerpos revestidos
Del armiño solemne
de la Calma,
Y las frentes en
luz que sobrellevan
Grandes lirios
marmóreos de pureza,
Pesados y glaciales
como témpanos;
Piedad para las
manos enguantadas
De hielo, que no
arrancan
Los frutos
deleitosos de la Carne
Ni las flores
fantásticas del alma;
Piedad para los
ojos que aletean
Espirituales
párpados:
Escamas de
misterio,
Negros telones de
visiones rosas...
¡Nunca ven nada por
mirar tan lejos!
Piedad para las
pulcras cabelleras
-Místicas aureolas-
Peinadas como lagos
Que nunca airea el
abanico negro,
Negro y enorme de
la tempestad;
Piedad para los
ínclitos espíritus
Tallados en
diamante,
Altos, claros,
extáticos
Pararrayos de
cúpulas morales;
Piedad para los
labios como engarces
Celestes donde
fulge
Invisible la perla
de la Hostia;
-Labios que nunca
fueron,
Que no apresaron
nunca
Un vampiro de fuego
Con más sed y más
hambre que un abismo.-
Piedad para los
sexos sacrosantos
Que acoraza de una
Hoja de viña astral
la Castidad;
Piedad para las
plantas imantadas
De eternidad que
arrastran
Por el eterno azur
Las sandalias
quemantes de sus llagas;
Piedad, piedad,
piedad
Para todas las
vidas que defiende
De tus maravillosas
intemperies
El mirador enhiesto
del Orgullo:
Apúntales tus soles
o tus rayos!
Eros: ¿acaso no
sentiste nunca
Piedad de las
estatuas?...
De: http://amediavoz.com
6 de julio de 1914
Montevideo
Delmira
En
esta pieza de alquiler fue citada por el hombre que había sido su marido; y
queriendo tenerla, queriendo quedársela, él la amó y la mató y se mató.
Publican
los diarios uruguayos la foto del cuerpo que yace tumbado junto a la cama,
Delmira abatida por dos tiros de revólver, desnuda como sus poemas, las medias
caídas, toda desvestida de rojo:
—Vamos
más lejos en la noche, vamos...
Delmira
Agustini escribía en trance. Había cantado a las fiebres del amor sin pacatos
disimulos, y había sido condenada por quienes castigan en las mujeres lo que en
los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino y el deseo, como
la razón, un privilegio masculino. En el Uruguay marchan las leyes por delante
de la gente, que todavía separa el alma del cuerpo como si fueran la Bella y la
Bestia. De modo que ante el cadáver de Delmira se derraman lágrimas y frases a
propósito de tan sensible pérdida de las letras nacionales, pero en el fondo
los dolientes suspiran con alivio: la muerta muerta está, y más vale así.
Pero,
¿muerta está? ¿No serán sombra de su voz y ecos de su cuerpo todos los amantes
que en las noches del mundo ardan? ¿No le harán un lugarcito en las noches del
mundo para que cante su boca desatada y dancen sus pies resplandecientes?
Eduardo Galeano
De: El siglo del
viento
De: http://librosylectores.over-blog.es