jueves, 1 de octubre de 2015

Primavera a la vista... ¿pero sólo en el almanaque?

Ayer por la tarde, en el programa Esta boca es mía de Teledoce, se emitió un video sobre el desalojo del Codicen.
En realidad, no se trató de una visión más de las que están circulando sino de una inteligente compilación de las caras y las máscaras que sucesivamente mostraron los mismos actores políticos involucrados.
Para quienes aún no tuvieron la oportunidad de observarlo, lo compartimos:



Quienes no fuimos arrollados por el efecto Rashomon de las incontables versiones provocadas por esta jugada ajedrecística del Gobierno, deducimos que:

a)  Dividir el escenario en dos áreas, apuntó a generar exactamente esta fractura en la opinión social que ahora padecemos, y que no es más que el desmenuzamiento de los fragmentitos en que se ha descompuesto la sociedad uruguaya. “Divide y triunfarás” dijo Julio César y aplicaron Napoleón y Maquiavelo, ¿verdad?

b)  Akiro Kurosawa, el cineasta que popularizó el efecto Rashomon a partir de la fusión de dos cuentos del escritor Akutagawa, sostenía que, sin lugar a dudas, detrás de la incompletud de cada versión existe el ocultamiento de intereses tendientes a la preservación de cierta imagen.
Muy compartible su planteo, en especial cuando aún se ignora quién fue el responsable de impartir una orden que ni siquiera vislumbró que las Fuerzas Policiales no están preparadas para una actuación acorde a su rol represivo porque... cinco o seis guardias para reducir a una persona desarmada... es signo de ineptitud, de ausencia de entrenamiento y de una alta carga de violencia personal que la Institución no se ha interesado en canalizar.

c)  El saldo patético no radica, lamentablemente, ni en los heridos ni en la judicialización de la protesta, ni en el sugestivo desplazamiento del centro de la atención desde el 6% -jugosa zanahoria prometida en la campaña electoral a la Educación- hacia los “variados chivos expiatorios” de este momento.
El saldo patético es el descreimiento colectivo; el saldo trágico es haber usado a los jóvenes -los que ocuparon y los que no tienen ni un pedacito de futuro estable- como desechables piezas de ajedrez.

Y seguimos sumando, señoras y señores verdug@s del desencanto.