En memoria de los miles de jóvenes que bien pudieron haber sido nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros amigos... inútilmente sacrificados, infamemente marginados...
“Oración a los soldados
yacentes en Malvinas”
“Están allí, tallados en la roca/ por el recio buril de la tormenta, / con un poncho de nieve cenicienta/ y un jadeo de escarchas en la boca. / Sobre las crestas del paisaje ciego/ detrás de los helados panoramas/ danzan entre relámpagos y llamas/ los monjes demoníacos del fuego. / Están allí, clavados en la cita/ con los místicos dioses irredentos. / La borrasca les da su rompevientos/ y la cruz del Sur les sirve de garita. / Deflagran en el aire como teas/ flores de horror, luciérnagas impuras, / y les lame las rojas mordeduras/ los lebreles de sal de las mareas. / Contra los vidrios del turbal inerte/ y en conjunción de lábaro y espada/ están allí, la piel descascarada/ de cuarto vigilante con la muerte. / El agua central de los riscales/ espuma, bajamar, onda, reflujo, / multiplica su trágico dibujo/ de cósmicos menhires ancestrales. / Están allí, marcados en la frente/ por el duro vector de la pelea, / mientras la rosa del amor flamea/ tal un guijarro más en la rompiente. Un holocausto de clarines puebla/ los ecos de las viejas generalas, / y abaten entre líquenes sus alas/ los arcángeles negros de la niebla. / Están allí, flanqueados por el genio/ del rayo, la pasión, los vendavales, / plantados como tótems astrales/ en el mítico fondo del milenio. / Tras un cielo de lágrimas ustorias/ perfil contra perfil, peña por peña/ el sol de medianoche les diseña/ su pátina de musgos y de glorias. / Están allí, ya nada los arredra/ brumas, alarmas, nevazones, miedos/ oxidada la costra de los dedos/ las raíces hundidas en la piedra. / Y al mandato final del hombre nuevo, / el alto mar, preñado de futuro, / grita con un dramático ¡sí, juro!/ la consigna del último relevo”.
Orlando Mario Punzi
“Yo no calcé tu
bota, compañero”
Soldado de mi Patria, muchacho de mi pueblo, mi criatura dormida, heredero del viento. Qué cunas te faltaban, qué trincheras te vieron, qué fosas insondables albergaron tus sueños. / Soldado de mi Patria, retazo de mi pueblo, misil de los ensueños.
Te nombro y no te olvido, te busco y no te encuentro, te lloro por las noches y al alba aún me acuerdo. /Porque sos la memoria de mi Patria, y yo apenas tengo tu recuerdo. Porque sos la conciencia de la Patria y apenitas tengo su pañuelo”.
Yo no calcé tu bota ni anduve a tu costado. Perdóname, te juro que lo siento. Yo no calcé tu bota de soldado, hermano y compañero. Me guarecí en el hueco de mi casa. Te supe afuera y me quedé adentro. Me fui a barajas… y te escribí estos versos.
Y tuya fue la niebla y los kelpers. Y mío el capote de repuesto. Yo, confortado en la cama de mi casa; vos, compañero, sin aliento. Yo no calcé tu bota, quedé en mis escritorios. Pobres trincheras de hombres muy pequeños. Yo me lavé las manos, Pilatos redivivo, te juro que lo siento.
Yo no soy digno de llamarte hermano, ni de que hables mutilado y muerto. Pero mírame con tus ojos limpios, criatura con fusil, misionero del viento. Yo no calcé tu bota de soldado. Es cierto. Te confieso y me confieso. Pero, mírame, mírame, te suplico. Abrí los ojos de hombre, niño muerto. Mírame, compatriota, una vez sola, una vez al menos. Yo no calcé tu bota. No anduve a tu costado. Perdóname. Fui cobarde. Perdóname, te juro que lo siento”.
Juan Carlos Distéfano
De: PROYECTOS06