Ese líquido verde
Llaman a la puerta. No espero a
nadie; me extraña que llamen. Sin embargo, abro.
Hay una muchacha de uniforme y
ojos verdes; sonríe, muestra un portafolios y me dice:
- ¿Me permite pasar? Es una
demostración gratuita domiciliaria.
No lo pienso; me hago a un lado y
entra, al tiempo que abre el portafolio. Extrae una franela y un frasco, pero
aún no reparo en esto; detrás de ella entra un payaso, que se para de manos en
el centro de la pieza, y hay más gente afuera.
La muchacha humedece la franela
con el contenido del frasco de un líquido verde y comienza a pasarla por la
mesa, frotando lentamente con movimientos circulares.
Ha entrado una pareja de
equilibristas que hacen pruebas maravillosas; una consiste en hamacarse,
colgados de la araña, y dar una vuelta completa en el aire y caer de pie,
haciendo un saludo; pero yo estoy atento al domador que entra con un león y un
tigre, (…) y luego a la ecuyère de pie sobre el caballo, y a los camellos y a
la jirafa y al elefante; éste queda trabado en la puerta, a pesar de que el
director ha abierto especialmente las dos hojas. (…)
Me acerco a la muchacha y le digo
que ya tengo bastante de su demostración domiciliaria, que ya no me interesa,
que no he de comprar ningún producto; que está perdiendo su tiempo, y yo el
mío.
No se enoja; sonríe, interrumpe
sus movimientos circulares, guarda sus cosas, me saluda y sale.
Mientras baja la escalera me
asomo y le grito:
-Y llévese también su circo. ¡Por
Dios!
-¿Mi circo?- pregunta asombrada-.
¿Qué me dice? Esa gente no ha venido conmigo.
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23 de enero de 1940- Uruguay |
“Mi
relación con la literatura es lo que puedo, apenas, permitirme; lo que, en
realidad, los demás me han –hasta cierto punto- permitido. Para decirlo con
palabras más duras y más exactas, escribir es más barato y menos peligroso, o
más cómodo para mí. Soy perezoso y cobarde, además de pobre; debo, pues, resignarme
a escribir, y, todavía, dar gracias por ello”.
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