Yalta, 27 de septiembre de 1900
Olga, querida mía, mi pequeña
actriz maravillosa, ¿por qué ese tono, ese humor quejoso y amargo? ¿realmente
soy tan culpable? Pues bueno, perdóname, querida mía, mi zagala, no te enfades,
no soy tan culpable como te lo hace creer tu desconfianza. Hasta el momento no
he podido ir a Moscú porque estaba enfermo, no hay otro motivo, te lo aseguro,
querida, te doy mi palabra. ¡Palabra de honor! ¿Me crees?
Me quedaré en Yalta hasta el 10
de octubre, trabajaré y luego saldré hacia Moscú o, según mi estado de salud,
hacia el extranjero. En cualquier caso, te escribiré.
No he tenido carta de mi hermano
Iván ni de mi hermana Macha. Evidentemente están molestos, pero no sé por qué.
Ayer estuve en casa de Sredin;
había muchos invitados, casi todos desconocidos. Su hija está clorótica, pero
va al liceo. Él padece de reumatismo.
En cuanto a ti, escríbeme
detalladamente cómo ha ido "La hija de las nieves", cómo ha sido el
principio de la temporada, cuál es el estado de ánimo de todos, cómo está el
público, etc, Y, puesto que no eres como yo, tienes mucho que escribirme,
tienes material para dar y regalar, mientras que yo no tengo nada, salvo quizá
una cosa: hoy he cazado dos ratones.
En Yalta sigue sin llover. ¡Esto
sí que es sequía! Pobres árboles, especialmente los del monte de al lado, que
durante todo el verano no han recibido ni una gota de agua y están
completamente amarillos; es como las personas que no reciben ni una gota de
felicidad a lo largo de toda su vida. Hay que creer que así debe ser.
Escribes: "tienes un corazón
amante, tierno, ¿por qué lo endureces?". Pero ¿cuándo lo he endurecido?
¿Cómo, pensándolo bien, he dado prueba de esta dureza? Mi corazón te ha amado
en todo momento, y ha sido tierno contigo, nunca te lo ha ocultdo, nunca,
nunca, y tú me acusas así a la ligera.
A juzgar por tu carta, deseas y
esperas alguna explicación, una larga discusión, con caras serias y
consecuencias serias; pero yo no sé que decirte, como no sea una cosa que ya te
he dicho mil veces y que, por lo que parece, seguiré diciéndote durante mucho
tiempo, esto es, que te quiero, y nada más. Si ahora no estamos juntos no es
por culpa mía ni tuya, sino del diablo que ha puesto en mí el bacilo y en ti el
amor por el arte.
Hasta la vista, mi querida
viejecita, que los ángeles te guarden. No te enfades conmigo, palomita, no
estés triste, sé sensata.
¿Qué hay de nuevo en el teatro?
Escribes, te lo ruego.
Tu Antonio
De: http://isabelserranocastro.blogspot.com.uy/
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