Quebrar el cero
Un gol olímpico es
el poema perfecto,
como una historia
de amor,
un auto sin usar,
una nueva marca de
champú
sin ir más lejos.
(A veces uno espera
quebrar el cero.
Uno siempre ansía
quebrar el cero).
Una pelota cierta
desde el
banderín de corner,
sin intermediarios,
como un sueldo
justo,
o la primera noche
de sexo
con tu novia.
Y luego las piolas
de la red
sacudidas en la
cámara lenta
de todos los
televisores de tu país
Elder Silva
("Mal de ausencias", Civiles Iletrados, 2002, Montevideo, Uruguay)
De: http://revolucion-tinta-limon.blogspot.com
Tiro penal
Catorce yardas.
O sea: ocho metros
para el peligro,
Una tarde en el
"Saroldi".
cuando el arbitro
medía los pasos
y el golero
temblaba, como siempre tiemblan
los goleros,
nosotros apretábamos los dientes
contra el cielo de
sábado.
El nueve de ellos y
nuestra mala suerte en su
botín izquierdo.
O acaso la ansiedad en
el
borde del área.
Y luego ese shot
que ya nos tapará los ojos
como en una línea
de cal.
El poema se cierra
con un tiro de muerte.
Elder Silva
De Fotonovela-Canción de perdedores
El País Cultural N° 367
15 de noviembre de 1996
De: EspacioLatino.com
La última atajada
Los tiempos se
ponen duros
y uno no tiene
donde caerse un miércoles de noche.
Te sentás frente al
televisor
y entonces te dicen
que ha muerto Lev Yashin.
La última atajada
de la araña negra.
Con un cáncer
comiéndole el estómago
y una pierna
amputada hace dos años, se murió
el héroe deportivo
de la Unión Soviética.
El hombre al que
sólo le hicieron seis goles
en veintisiete
partidos cuando el Dínamo de Moscú.
El electricista que
se enroló en los tres palos de
un equipo de
hockey.
Veo las atajadas
siempre en blanco y negro.
paró cien penales
dice el periodista.
Como si dijera:
"El muchacho
se comió dos docenas de peras".
Era el mejor golero
del mundo.
Pero Darnauchans
lloraba arriba de un taxi.
Y el chofer no
entendía las lágrimas de un cantor flaco
a las nueve de la
mañana.
Y no supo que
apenas escuchada la noticia me fui
a vomitar al baño,
como si con el alcohol que se iba
por la pileta,
pudieran irse los doce años,
cuando uno también
cuidaba el área chica.
Y ella y yo
teníamos tanto miedo
como Yashin ante el
tiro penal.
VUELTA AL MUNDO
Canta un sabiá en
Tala,
en la profundidad
del espinillar
y le responde un
azulito en Migues
en el huerto
silencioso, en casa
del poeta Juan
Carlos Macedo.
Una bandada de
zorzales
voló por la mañana
y su canto nervioso
se escuchó
por las orillas del
Laureles
y por Parada
Herrería,
sobre unos campos
de trigo en Valentín.
En "El viento
nos llevará"
(Bad ma ra khahad
bardr" en iraní)
Abbas Kiarostami
registra el canto
de una ratonera,
ese pajarito
saltarín que anida en los chilcales.
Al lado de Malí,
viendo la película,
comprendí que
aquella ratonera
registrada por la
cámara de Siah Darek,
a 700 quilómetros
de Teherán,
es la misma que
atería los mediodías de
mi infancia.
Es que el canto de
los pájaros
da la vuelta al
mundo, al sol, al sistema planetario,
como algunas veces
—pocas, muy pocas—
también le sucede a
la poesía
Elder Silva
¿Quién no conoce a Elder Silva, este
Poeta de “la Resistencia Uruguaya”, nacido en Colonia Lavalleja (Salto), Director
del Teatro Florencio Sánchez del Cerro, y desde hace buen tiempo mensajero
itinerante de la pasión por la Vida y la Poesía en tierras de España? Pero,
¿conocemos todos que el fútbol -ese tema considerado tan prosaico- es una de
sus singularidades? Nada más oportuno,
en tiempos de Copa Mundial, que averiguarlo leyendo la siguiente entrevista de http://municipioa.montevideo.gub.uy/node/513
Elder el poeta
El
rostro con ojos cerrados de José Carbajal, “El Sabalero” -muy expresivo cuando
recitaba- y un fragmento de “Chiquillada”, eran la imagen de un almanaque que
adornaba la pared de su escritorio y que mostraban de antemano su pasión por el
verso y la poesía.
De
padre domador y madre costurera, nació el 13 de noviembre de 1955, en Colonia
Lavalleja, “un lugar mágico”, de campaña, al norte de Salto (Uruguay). Una
sonrisa se le dibujó en sus labios recordando su infancia “feliz y llena de
fantasías”, que vivió trabajando desde muy pequeño. “Cuando salíamos de la
escuela con mi hermano, atendíamos el almacén que tenía papá”. Así se crió,
“debajo del mostrador escuchando los cuentos de los gauchos”, que de alguna
manera, marcaron su destino poético.
“Cuando
vine a Montevideo, a fines de 1978, me enamoré del mar -en mi pueblo sólo hay
arroyos y ríos, aclara-, del Cerro y de su gente. Aprendí la modalidad que
ellos [los cerrenses] tienen de vivir y de ser”.
Ya
en su ciudad natal, llevaba adelante proyectos culturales en el ámbito
literario; actividad que continuó en Montevideo. Como muchos, no escapó a las
duras épocas carcelarias de la dictadura. Padre de tres hijos (Maite, Marcos e
Ileana), fue panadero, peón de una
fábrica de electricidad, periodista, maestro, gestor cultural y ante todo
poeta, mezclando, inevitablemente, su labor de director de teatro con la
poesía. Publicó: “Líneas de fuego” (Ediciones de la Banda Oriental,1982), “Un
viejo asunto con el sol” (Arca, 1987), “Cuadernos agrarios” (Ediciones de la
Feria,1985), entre otros, obteniendo en diversas ocasiones premios y menciones.
Como
todo artista, tuvo sus referentes. Quizás, su obra “La frontera será como un
tenue campo de manzanillas” (2003), que recibió el V Premio de Poesía “Luis
Feria” en Tenerife (España), es la que quizás más refleja, ya sea de forma implícita o explícita, una especie
de collage de autores, uruguayos e internacionales. Y él mismo lo reconoce al
decir que “siempre te sentís influenciado, un poco de todas partes”. Dos poetas
de nuestra cultura dejaron huellas profundas en Elder: Mario Benedetti
(1920-2009) y Wahsington “Bocha” Benavidez
(1930).
El
Bocha, “un Leonardo Da Vinci de las letras, me ha enseñado mucho y fue una de
las primeras personas que me apoyó cuando quise publicar”, confesó, mencionando
además la “gran amistad que nos une”. Benedetti por su parte, “sin querer y sin
que yo supiera”, fue de gran influencia para que Elder comenzara a darle a la
vida -desde la literatura- una mirada humorística. La nostalgia se apodera de
él, se sumerge en los recuerdos como si estuviera viendo el rostro de Mario y
con los ojos sutilmente brillosos cuenta: “Una vez cerramos juntos un festival
de poesía en el Cabildo de Montevideo. Yo leí mi poema con la camiseta de
Rampla que había ascendido ese día. Eso a él le gustó mucho y le dio gracia. Al
poco tiempo me hizo llamar por la editorial para que presentara uno de sus
libros junto con Benavidez”.
Pero
no sólo hombres de la literatura sirvieron de maestros en su carrera. El músico
Eduardo Daurnauchans (1953-2007), con quien también tuvo una entrañable
amistad, fue de gran apoyo. “Tuvimos una fuerte relación, de discutir e
intercambiar opiniones sobre diversos temas. Con él aprendí a cuidar al extremo
la palabra que se coloca en un poema. Él pasaba mucho tiempo dando vueltas con
una canción hasta que colocaba la palabra que tenía que ir.
-
¿Y cómo se encuentra la palabra exacta?
-
Él me decía: "No se puede repetir ni hacer poesía sobre lo bello porque lo
bello ya es bello; y sin caer en los lugares comunes". Yo digo, por
ejemplo, el atardecer rojizo con el sol que se esconde. ¿Qué le agrego a ese
atardecer? Nada, simplemente me apropio de él. Se debe buscar un término que
tenga un peso exacto. A veces las palabras están cargadas de ideología o de
otras cosas, entonces hay palabras que van y otras que no van. Siempre tengo
mucho cuidado con lo que coloco en los renglones, que la imagen que pongo sea
potente y que sea lo que necesito para trasmitir un sentimiento. A veces sale
de primera, otras veces es una búsqueda de años. Cuando agarro un tono es como
que me zumba en el oído una tonalidad que significa un tema y una mirada
determinada hacia ese tema y de ahí, todo lo que viene lo voy nutriendo.
Darnauchans
también le enseñó a leer como un verdadero poeta. “Hay que encantar a una sola
persona. Cuando lográs encantar a una persona, el resto va solo, y aunque estén
cenando tenés que ganártelos”, recuerda las palabras de su amigo compositor.
Así Elder, sensible a la realidad y a la vida cotidiana y gran observador,
recita sus poemas en colegios, cantinas, universidades o “donde me llamen”
porque “observar la vida cotidiana es el filón que me tocó a mí".
De
forma casi sagrada lleva siempre consigo el “caza moscas, la trampa para cazar
todas las ideas”, un cuaderno en el que no deja que se le escape ningún
detalle, sobre todo cuando viaja por la ciudad en ómnibus. “No te imaginas lo
que me cuesta trabajar en la realidad, si pudiera no hacerlo sería mejor pero
no puedo”. Sin dejar excusa alguna de examinar y reflexionar en la cotidianidad
se me viene a la mente una de sus prosas: “Es que el canto de los pájaros da la
vuelta al mundo, al sol, al sistema planetario, como algunas veces -pocas, muy
pocas- también le sucede a la poesía” (de “Vuelta al Mundo”).
Si
bien no es enemigo de las computadoras, confiesa que siempre, sus primeras
versiones de los poemas son a mano porque “es como una necesidad física, casi sensual
de garrapatear un plan”.
-
¿Ser poeta te ha favorecido a la hora de conquistar chicas?
-
Para que otra cosa sirve sino, es la única finalidad- sostiene entre risas.
Virginia
Martínez
Que el mundo sea hogar para tu Palabra, querido Elder. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu interés