lunes, 23 de junio de 2014

¿Fútbol y Poesía o El fútbol en la Poesía o La Poesía del Fútbol?


















Quebrar el cero


Un gol olímpico es el poema perfecto,
como una historia de amor,
un auto sin usar,
una nueva marca de champú
sin ir más lejos.

(A veces uno espera quebrar el cero.
Uno siempre ansía quebrar el cero).

Una pelota cierta desde el
banderín de corner,
sin intermediarios,
como un sueldo justo,
o la primera noche de sexo
con tu novia.

Y luego las piolas de la red
sacudidas en la cámara lenta
de todos los televisores de tu país


Elder Silva ("Mal de ausencias", Civiles Iletrados, 2002, Montevideo, Uruguay)

De: http://revolucion-tinta-limon.blogspot.com



Tiro penal

Catorce yardas.
O sea: ocho metros para el peligro,

Una tarde en el "Saroldi".
cuando el arbitro medía los pasos
y el golero temblaba, como siempre tiemblan
los goleros, nosotros apretábamos los dientes
contra el cielo de sábado.
El nueve de ellos y nuestra mala suerte en su
botín izquierdo.
                        O acaso la ansiedad en el
borde del área.

Y luego ese shot que ya nos tapará los ojos
como en una línea de cal.

El poema se cierra con un tiro de muerte.  


Elder Silva      
De Fotonovela-Canción de perdedores
El País Cultural N° 367
15 de noviembre de 1996

De: EspacioLatino.com



La última atajada


Los tiempos se ponen duros
y uno no tiene donde caerse un miércoles de noche.
Te sentás frente al televisor
y entonces te dicen que ha muerto Lev Yashin.
La última atajada de la araña negra.
Con un cáncer comiéndole el estómago
y una pierna amputada hace dos años, se murió
el héroe deportivo de la Unión Soviética.
El hombre al que sólo le hicieron seis goles
en veintisiete partidos cuando el Dínamo de Moscú.
El electricista que se enroló en los tres palos de
un equipo de hockey.
Veo las atajadas siempre en blanco y negro.
paró cien penales dice el periodista.
Como si dijera:
"El muchacho se comió dos docenas de peras".
Era el mejor golero del mundo.
Pero Darnauchans lloraba arriba de un taxi.
Y el chofer no entendía las lágrimas de un cantor flaco
a las nueve de la mañana.
Y no supo que apenas escuchada la noticia me fui
a vomitar al baño, como si con el alcohol que se iba
por la pileta, pudieran irse los doce años,
cuando uno también cuidaba el área chica.
Y ella y yo teníamos tanto miedo
como Yashin ante el tiro penal.






VUELTA AL MUNDO


Canta un sabiá en Tala,
en la profundidad del espinillar
y le responde un azulito en Migues
en el huerto silencioso, en casa
del poeta Juan Carlos Macedo.
Una bandada de zorzales
voló por la mañana
y su canto nervioso se escuchó
por las orillas del Laureles
y por Parada Herrería,
sobre unos campos de trigo en Valentín.
En "El viento nos llevará"
(Bad ma ra khahad bardr" en iraní)
Abbas Kiarostami
registra el canto de una ratonera,
ese pajarito saltarín que anida en los chilcales.
Al lado de Malí, viendo la película,
comprendí que aquella ratonera
registrada por la cámara de Siah Darek,
a 700 quilómetros de Teherán,
es la misma que atería los mediodías de
mi infancia.
Es que el canto de los pájaros
da la vuelta al mundo, al sol, al sistema planetario,
como algunas veces
—pocas, muy pocas—
también le sucede a la poesía

Elder Silva




¿Quién no conoce a Elder Silva, este Poeta de “la Resistencia Uruguaya”, nacido en Colonia Lavalleja (Salto), Director del Teatro Florencio Sánchez del Cerro, y desde hace buen tiempo mensajero itinerante de la pasión por la Vida y la Poesía en tierras de España? Pero, ¿conocemos todos que el fútbol -ese tema considerado tan prosaico- es una de sus singularidades? Nada más oportuno, en tiempos de Copa Mundial, que averiguarlo leyendo la siguiente entrevista de http://municipioa.montevideo.gub.uy/node/513


Elder el poeta


El rostro con ojos cerrados de José Carbajal, “El Sabalero” -muy expresivo cuando recitaba- y un fragmento de “Chiquillada”, eran la imagen de un almanaque que adornaba la pared de su escritorio y que mostraban de antemano su pasión por el verso y la poesía.

De padre domador y madre costurera, nació el 13 de noviembre de 1955, en Colonia Lavalleja, “un lugar mágico”, de campaña, al norte de Salto (Uruguay). Una sonrisa se le dibujó en sus labios recordando su infancia “feliz y llena de fantasías”, que vivió trabajando desde muy pequeño. “Cuando salíamos de la escuela con mi hermano, atendíamos el almacén que tenía papá”. Así se crió, “debajo del mostrador escuchando los cuentos de los gauchos”, que de alguna manera, marcaron su destino poético.
“Cuando vine a Montevideo, a fines de 1978, me enamoré del mar -en mi pueblo sólo hay arroyos y ríos, aclara-, del Cerro y de su gente. Aprendí la modalidad que ellos [los cerrenses] tienen de vivir y de ser”.

Ya en su ciudad natal, llevaba adelante proyectos culturales en el ámbito literario; actividad que continuó en Montevideo. Como muchos, no escapó a las duras épocas carcelarias de la dictadura. Padre de tres hijos (Maite, Marcos e Ileana),  fue panadero, peón de una fábrica de electricidad, periodista, maestro, gestor cultural y ante todo poeta, mezclando, inevitablemente, su labor de director de teatro con la poesía. Publicó: “Líneas de fuego” (Ediciones de la Banda Oriental,1982), “Un viejo asunto con el sol” (Arca, 1987), “Cuadernos agrarios” (Ediciones de la Feria,1985), entre otros, obteniendo en diversas ocasiones premios y menciones.

Como todo artista, tuvo sus referentes. Quizás, su obra “La frontera será como un tenue campo de manzanillas” (2003), que recibió el V Premio de Poesía “Luis Feria” en Tenerife (España), es la que quizás más refleja,  ya sea de forma implícita o explícita, una especie de collage de autores, uruguayos e internacionales. Y él mismo lo reconoce al decir que “siempre te sentís influenciado, un poco de todas partes”. Dos poetas de nuestra cultura dejaron huellas profundas en Elder: Mario Benedetti (1920-2009) y Wahsington “Bocha” Benavidez  (1930).
El Bocha, “un Leonardo Da Vinci de las letras, me ha enseñado mucho y fue una de las primeras personas que me apoyó cuando quise publicar”, confesó, mencionando además la “gran amistad que nos une”. Benedetti por su parte, “sin querer y sin que yo supiera”, fue de gran influencia para que Elder comenzara a darle a la vida -desde la literatura- una mirada humorística. La nostalgia se apodera de él, se sumerge en los recuerdos como si estuviera viendo el rostro de Mario y con los ojos sutilmente brillosos cuenta: “Una vez cerramos juntos un festival de poesía en el Cabildo de Montevideo. Yo leí mi poema con la camiseta de Rampla que había ascendido ese día. Eso a él le gustó mucho y le dio gracia. Al poco tiempo me hizo llamar por la editorial para que presentara uno de sus libros junto con Benavidez”.

Pero no sólo hombres de la literatura sirvieron de maestros en su carrera. El músico Eduardo Daurnauchans (1953-2007), con quien también tuvo una entrañable amistad, fue de gran apoyo. “Tuvimos una fuerte relación, de discutir e intercambiar opiniones sobre diversos temas. Con él aprendí a cuidar al extremo la palabra que se coloca en un poema. Él pasaba mucho tiempo dando vueltas con una canción hasta que colocaba la palabra que tenía que ir.
- ¿Y cómo se encuentra la palabra exacta?
- Él me decía: "No se puede repetir ni hacer poesía sobre lo bello porque lo bello ya es bello; y sin caer en los lugares comunes". Yo digo, por ejemplo, el atardecer rojizo con el sol que se esconde. ¿Qué le agrego a ese atardecer? Nada, simplemente me apropio de él. Se debe buscar un término que tenga un peso exacto. A veces las palabras están cargadas de ideología o de otras cosas, entonces hay palabras que van y otras que no van. Siempre tengo mucho cuidado con lo que coloco en los renglones, que la imagen que pongo sea potente y que sea lo que necesito para trasmitir un sentimiento. A veces sale de primera, otras veces es una búsqueda de años. Cuando agarro un tono es como que me zumba en el oído una tonalidad que significa un tema y una mirada determinada hacia ese tema y de ahí, todo lo que viene lo voy nutriendo.

Darnauchans también le enseñó a leer como un verdadero poeta. “Hay que encantar a una sola persona. Cuando lográs encantar a una persona, el resto va solo, y aunque estén cenando tenés que ganártelos”, recuerda las palabras de su amigo compositor. Así Elder, sensible a la realidad y a la vida cotidiana y gran observador, recita sus poemas en colegios, cantinas, universidades o “donde me llamen” porque “observar la vida cotidiana es el filón que me tocó a mí".
De forma casi sagrada lleva siempre consigo el “caza moscas, la trampa para cazar todas las ideas”, un cuaderno en el que no deja que se le escape ningún detalle, sobre todo cuando viaja por la ciudad en ómnibus. “No te imaginas lo que me cuesta trabajar en la realidad, si pudiera no hacerlo sería mejor pero no puedo”. Sin dejar excusa alguna de examinar y reflexionar en la cotidianidad se me viene a la mente una de sus prosas: “Es que el canto de los pájaros da la vuelta al mundo, al sol, al sistema planetario, como algunas veces -pocas, muy pocas- también le sucede a la poesía” (de “Vuelta al Mundo”).

Si bien no es enemigo de las computadoras, confiesa que siempre, sus primeras versiones de los poemas son a mano porque “es como una necesidad física, casi sensual de garrapatear un plan”.
- ¿Ser poeta te ha favorecido a la hora de conquistar chicas?
- Para que otra cosa sirve sino, es la única finalidad- sostiene entre risas.

Virginia Martínez




Que el mundo sea
hogar para tu Palabra,
querido Elder.


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