Lo que se enseña en las escuelas
de hoy es el conocimiento tecnocrático o la resolución de problemas técnicos
–el pensamiento de medios-fines. Lo que está faltando es el conocimiento
significativo, es decir, la habilidad para realizar elecciones morales y éticas,
y para interpretar y criticar. Lo que está faltando es compromiso intelectual.
Las escuelas entrenan a los estudiantes para convertirse en consumidores. En un
mundo que enfrenta un colapso del ecosistema, lo que claramente necesitamos es
abordar la enseñanza a través de la óptica de una pedagogía eco-socialista
basada en la noción de sustentabilidad, y como socialistas, necesitamos
reconocer que el desarrollismo socialista muchas veces ha involucrado a
movimientos indígenas. Está claro que lo que necesitamos es traer a nuestras
prácticas docentes una pedagogía que mire más allá de las formas
occidentales/euro/estadounidensecéntricas de conocer el mundo que se basan en
la capacidad capitalista de desechar y una falta de consideración por el
planeta, de modo de considerar formas alternativas y opuestas de pensamiento
acerca de/ y en contra del imperialismo del capital neo-liberal de libre
mercado.
Me refiero a buscar solidaridad
con grupos no dominantes –en particular los grupos silenciados, grupos marginalizados,
grupos indígenas– para reunir los imaginarios colectivos de todos los pueblos
que buscan libertad dentro de la necesidad y dignidad para ellos mismos y sus
comunidades, negando las epistemologías del imperio y las prácticas
destructivas y genocidas de los regímenes imperiales y occidentales y sus
relatos fraudulentos de inocencia histórica. Necesitamos diferentes
perspectivas de justicia, derechos y cambio social y podemos adoptar
perspectivas indígenas pero de maneras que no exploten a los pueblos indígenas
en el proceso. En otras palabras, estoy hablando de desafiar nuestras
concepciones acerca de la modernidad, y nuestras epistemologías basadas en el
pensamiento europeo, para poder afirmar los derechos epistémicos de los
racialmente devaluados. Esto significa desafiar la matriz colonial de poder
sustentada por teorías filogenéticas y ontogenéticas occidentales. La pedagogía
crítica nos ofrece una distancia crítica que nos permite examinar nuestra
propia formación epistemológica y ontológica, pero no la suficiente como para
no poder matar a la bestia multicéfala que representa el capital y a sus
compañeros de afilados dientes –el racismo, el sexismo, el imperialismo, el
colonialismo.
Pero ¿cómo luchamos contra la
opresión en el aula cuando maestros y alumnos son ambos evaluados en exámenes
estandarizados que están haciendo mucho dinero para las compañías que están
produciendo y desarrollando esos exámenes? Los exámenes estandarizados son una
forma de control social que evita que los estudiantes exploren sus propias
experiencias mediante enfoques epistemológicos basados en la reflexión crítica.
La educación debería estar sustentada en un diálogo intercultural descolonizador,
no capitalista. El motor para este cambio es el compromiso con los oprimidos,
los marginalizados y los grupos subalternos. Este compromiso no viene junto con
una conciencia crítica. En otras palabras, la conciencia crítica no es ni la
raíz ni la condición previa de compromiso con la lucha revolucionaria sino el
producto de dicho compromiso.
Un individuo no necesita ser
críticamente auto-reflexivo para poder luchar. Es en el acto mismo de lucha que
los individuos se transforman en seres críticamente auto-reflexivos y
conscientes. Las identidades políticas con basamento crítico no son motivadoras
de la acción revolucionaria sino que más bien se desarrollan como consecuencia
lógica de dicha acción. Es por eso que, frecuentemente, les pido a mis
estudiantes que se unan a un grupo comunitario, o movimiento social, y en su
acto de lucha junto con esos grupos ellos desarrollarán una conciencia crítica
que puede ser aumentada mediante la lectura y examen de textos. Pero ¿cómo
pueden los maestros usar este enfoque en el ámbito de las escuelas públicas?
Los maestros necesitarán educar a sus comunidades respecto de la crisis de la
educación, para hacer que los padres estén de su lado. Los maestros necesitarán
a los padres como aliados en contra de las administraciones represivas.
Una pedagogía verdaderamente
transformadora toma las experiencias de los estudiantes seriamente, y las
desafía sin quitar la voz o entidad del estudiante, y se lleva adelante con el
propósito general de transformar el mundo con el fin de hacerlo menos opresivo,
menos explotador. Los enfoques académicos al conocimiento se basan por lo
general en un enfoque pasivo respecto del aprendizaje. Lo que necesitamos es
una teoría de producción del conocimiento activa y pedagogías que puedan
producir el conocimiento/acción necesarios para crear futuros alternativos para
nosotros y para el mundo en el que vivimos y trabajamos.
De: La Educación como una
cuestión de clase. Entrevista a Peter McLaren.
En: http://iberoamericasocial.com
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