miércoles, 8 de enero de 2014

"La flor se volvió palabra" - Octavio Paz


¿Escribimos cartas, por alguna razón, todavía, para comunicar los sucesos prosaicos de nuestra jornada diaria? ¿Tenemos todos/as acceso a la tecnología, de manera tal que ese tipo de texto haya podido ingresar al rubro de " piecita de museo"? ¿Quiénes escriben cartas hoy en día; quiénes se atreven a operar el difícil acto de convertir "la flor" en "palabra", como proponía Octavio Paz en su "Carta de Creencia", en época tan lejana a esta era de chats, mails,...?

Mientras enunciaba estas preguntas, una silueta fue dibujándose detrás de las respuestas personales, hasta que adquirió su carne: cierta materia inmortal que va tejiendo la tradición de la especie. Es ésta:

Una mujer intensa
conocida, sin duda,
por todos/as.

El destinatario de
la siguiente carta:


























Muchos son los epistolarios de personajes célebres publicados, aunque no guiados siempre por intenciones culturales y, en todo caso, es innegable que provocan cierto escozor porque, en definitiva, ¿es ético el ingreso a una intimidad para la cual no hemos sido convocados? 

Asunto diferente es el de la correspondencia que, por múltiples razones, se resuelve publicar. 
Un caso típico es el de las personas o familias de emigrantes interesadas en preservar su itinerario vital para fortalecer la identidad de sus descendientes, para legar un patrimonio que, siendo inmaterial, es más valioso que todos los bienes a testamentar. 

Pero frecuentemente ese interés no se concreta. Conocemos decenas de familias afincadas aquí desde generaciones atrás que sólo han adoptado la medida de resguardar de las amenazas ambientales valijas y bolsos desbordantes de sobres de todos los matices cromáticos. Allí duermen amores truncos y florecen dolores empecinados en el insomnio de los recuerdos; en esas maletas ha quedado suspendida la Vida, y el Tiempo, el gran Devorador (como lo concebía Baudelaire), goza de un gran festín.

La salud emocional de la familia puede ser recuperada si se animan a ("si ponen el alma en") convertir esas palabras difusas, debiluchas, en las variadas flores nacidas en la realidad abandonada allá lejos. Después, la escritura hará lo suyo, y cada flor se convertirá, de nuevo, en palabra, en Otra Palabra.