El adivino
Como
gitano de cuna, Antonio conocía todas las artimañas habidas y por haber. Sagaz,
perspicaz, de fácil labia, era amo de mil artilugios.
No
tenía temor a nada ni a nadie. Tampoco creía en sí mismo, ni en el bien ni el
mal. El dinero era su único dios, el santo y versátil dinero que fluctuaba en
sus manos por poco tiempo.
Timador
profesional en las lides del amor y en las timbas clandestinas, con amenazas,
conjuros y maldiciones convencía a cuanto incauto se le cruzaba, pues no
desconocía las supersticiones y temores innatos de la persona común hacia el
ocultismo. Si alguien se negaba o simplemente no creía en sus profecías, les
mascullaba algunas palabrejas que ninguno entendía pero que, invariablemente,
les hechizaba la voluntad.
Los
pocos pacientes que, vaya a saber por qué causas del destino acudían confiados,
le despertaban risa al percibir el miedo que les ocasionaba, producto de
sigilosas averiguaciones previas que realizaba sobre ellos. Por eso solía
transitar por los caminos perdidos y alejados de las grandes ciudades: la gente
campesina era más fácil de envolver; ninguno se daba cuenta de que parte de las
videncias estaba preparada. Sin embargo, sus manos tiraban con maestría las
barajas del tarot.
Conducía
un carromato vetusto, desvencijado, oscuro, al tiro de una yunta de burros viejos
y de mal carácter. En él llevaba sus petates: potiches con hierbas exóticas,
brebajes traídos desde más allá de las montañas habitadas por los monjes
tibetanos, naipes de variada estirpe, algunas prendas descoloridas pero todavía
útiles para complementar el oficio.
Su
cuerpo también estaba experimentando el paso del tiempo. Ya no era el mozalbete
gallardo y guapo que había provocado suspiros en las féminas de los más diversos
lugares visitados.
Esa
noche era calma pero se sentía cansado. Contemplaba el fuego, que parecía
crepitar más que nunca: a la luz de las llamas que trazaban una extraña danza,
sus párpados mostraban el trajín de la vida y de esa jornada. Habían sido
duras. No había tenido mucha suerte ese día en el pueblo: demasiado pequeño,
poca gente, pocos clientes. Mientras acariciaba el mazo de cartas, recordó que
a su paso por la calleja principal se cerraban puertas y ventanas.
Pensó
entonces que hacía mucho tiempo que no consultaba su propia suerte.
Una
y otra vez tira… tira... tira… y siempre el mismo resultado… ¡Qué extraño!
De
pronto los personajes de las cartas cobran vida. Amenazadores avanzan hacia él.
El loco le hace muecas; burlas la muerte, quien con su dedo descarnado lo llama.
El
zorro lo quiere atacar…lo mismo el oso…que se agiganta y le tira zarpazos. Las
estrellas y la luna bajan a una
velocidad que impresiona.
Le
zumban los oídos.
Las
flamas se estiran, se vuelven cuerpo, el cuerpo del diablo que, a carcajadas,
apoyado en sus torpes patas de cabra, se aproxima.
Antonio
grita… grita… Pide socorro, aterrorizado. Se arranca del cuello el crucifijo e
intenta impedir su avance; ruega a Dios que sólo sea una pesadilla, que
amanezca pronto…
El
trinar de cientos de pájaros anuncia la llegada del día. La quietud del campamento
se ilumina. El silencio detiene a un forastero que se pregunta qué ha pasado
allí: hay muchas barajas desparramadas; están tajeadas. Más adelante, un cuerpo,
rígido, conturbado; las manos aferradas a una cruz y a una botella medio vacía. “¡Qué color raro el de esa
bebida! ¡Azul! ¿Qué habrá tomado este pobre tipo? Tiene una mirada de tanto
espanto. Habrá que avisar a la policía…
Dharma ganesha
Todo lo que es Arte ha sido mi
inquietud desde muy niña. Comencé primeramente con dibujos.
A los 4 años me enseñó mi madre a
leer pues quería aprender; así cuando entré al colegio privado, sabía leer
correctamente y escribir bastante bien. Cuando comencé con las redacciones
escolares ya me di cuenta de que tenía facilidad para hacerlo. Y empecé a
escribir para mí. Luego me acerqué a talleres y talleristas, lo que me dio el
impulso para compartir públicamente.
Además dibujo, pinto y hago
teatro. Soy profesora de Dibujo y como tal me desempeñé en Secundaria.
En la escritura, busco mi estilo,
y trato de transitar por diversas aristas: poemas, cuentos, humor, gótico, lo
erótico, en fin... ¿no es una aventura escribir?
Graciela Vargas
(Dharma ganesha)
Taller de Narrativa a Distancia 2014
Pasiones Literarias
Centro de Formación Humanística
PERRAS NEGRAS
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