Un aire, un aire, un aire
un aire,
un aire nuevo:
no para respirarlo
sino para vivirlo.
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Gonzalo Rojas Lebu, Chile: 20 de diciembre de 1916 Santiago: 25 de abril de 2011 Profesor, escritor, diplomático. Premios nacionales e internacionales. Galardonado con la Orden al Mérito Docente y Cultural "Gabriela Mistral". |
Gonzalo Rojas
Su última entrevista
Diez meses antes de morir, el
poeta del relámpago, reverenciado en todo el mundo, conversó, desde su refugio
en Chillán, con la periodista María Cristina Jurado. Sus palabras se incluyeron
en el libro "Creadores contra Viento y Marea" (Catalonia, 2010) y dan
cuenta de sus días finales, en los que nunca perdió el humor: "Dénle el
Nobel a Parra, a él le fascinan los premios, mucho más que a mí". Aquí, un
extracto de ese diálogo.
POR MARÍA CRISTINA JURADO.
Las vertientes no cesan, la
palabra no me abandona.
Escuchando rock y jazz a todo
volumen, habitando su Torreón en la cordillera chillaneja, hojeando librerías,
enamorándose, nadando en las aguas salobres del Golfo de Arauco, uno de los más
grandes poetas vivos de la América hispana se descuelga en la vida con sus 93
años. Gonzalo Rojas ha ganado todos los premios, cruzado todos los mares,
intentado todas las batallas. Exiliado y privado de su pasaporte chileno en
1973, debutó en su celebridad internacional cuando su alma y su mente sufrían
la distancia con la tierra que lo fraguó. Impedido de ejercer como catedrático
en las universidades nacionales, este hijo de Lebu sublimó tanta violencia con
la inauguración de su etapa poética mayor. De regreso en Chillán, este
vanguardista con alma de niño travieso, no desmaya en la escritura de la que
está considerada una de las obras poéticas fundamentales del siglo veinte en
nuestro continente. En septiembre de 2010 publicó Con arrimo y sin arrimo,
recordándole al mundo que su verbo creativo está lejos de apagarse.
JUNIO DE 2010
En 1921, cuando muere el padre,
comienza el deambular de la familia, son pobres. Se instalan en Concepción,
ciudad que, hasta hoy, nunca ha logrado llevar bajo su piel. "Santiago y
Concepción le parecen altivas, presuntuosas. Él ama el anonimato y la
sencillez, por eso eligió Chillán para vivir", dice su hijo Gonzalo
Rojas-May, el menor de los dos que este poeta enorme tiene. Gonzalo, psicólogo
médico, fue el niño que tuvo con su gran amor, Hilda May, la musa de su madurez
y experta en su obra literaria, quien falleció en 1995. (...)
Pero en Chillán, él parece vivir
sin grandes penas. Absolutamente lúcido y vital, aunque ya no se cuelga de su
barra de ejercicios diariamente, camina sin cesar, un acto físico que le otorga
calma. No ha bajado el ritmo de sus diligencias en el centro de la ciudad. A este
enamorado del verbo y de la vida le gusta poco delegar. Sus paseos al
supermercado, al banco y al mercado local no se detienen y forman parte de su
rutina.
Aunque Gonzalo Rojas huye de los
días rutinarios. Con el espíritu en alto, cuenta:
-Me sigo levantando temprano,
sigo escribiendo, sigo respirando con mi fibrosis pulmonar y mi ojo cojo; las
vertientes no cesan, la palabra no me abandona.
-A los 93, ¿qué le falta por
vivir?
-¿Le falta a alguien algo por
vivir? ¡Qué pregunta tan desmesurada!
-La doctora en literatura Hilda
May, su mujer, asoció su niñez a la orfandad, la palabra y el mito del
relámpago. ¿Cómo siente su infancia hoy?
-La intemperie se me dio siempre.
Creo que desde allí nace buena parte de mi manera de silabear el mundo, lo que
sigo haciendo a mis 93 años de niño.
Sonríe. Y prosigue su paseo por
su jardín de rosas en la casa de 600 metros cuadrados, en colores agua, a pocas
cuadras de la estación de trenes de Chillán.
En el 2010 Rojas es un hombre
activo. Si por su fibrosis pulmonar ya no puede viajar a ciudades altas -por
eso va menos a Ciudad de México, un lugar que lleva en el corazón, donde
enterró a su gran amigo Octavio Paz- le hace frente a sus días con entusiasmo:
-Exuda juventud y su energía es
imbatible. ¿Con qué armas le pelea al deterioro?
-Imaginación y más imaginación.
Capacidad de asombro. Reírme de mí mismo. No transar con el este ni con el
oeste.
Así sea.
Como ha hecho desde muy joven,
busca su inspiración en lo sagrado, lo cotidiano y en las grandes reflexiones
filosóficas. Sobre todo, en la vida y en la muerte, que no lo dejan soltar su
pluma. También en el amor, un sentimiento que jamás lo abandona y que le ha
otorgado gran parte de su fuerza poética (...):
Por eso, hoy sigue fiel a sí mismo.
Cultivando el amor, pero también el erotismo, que maneja con dedos de maestro
en sus escritos.
-El amor le es fundamental.
-Es una de mis armas. Ser fiel a
la libertad, a la palabra, no dejar de vivir por amor.
Este diciembre cumplirá sus 93
sin jamás haber dejado de escribir un día.
A veces, abandona su larga casa
en calle El Roble -donde vive rodeado de verdes y azules y rosas y música- para
viajar 55 kilómetros más allá, cordillera adentro, hasta el Torreón del
Renegado, su poética residencia campestre, metida entre avellanos y lleuques.
Camino a las Termas de Chillán, en medio de bosques y el estero Renegado, Rojas
se vuelve a encontrar con la palabra. El Torreón es una vivienda barroca de
tres plantas, que se descuelga de un barranco frente al río Renegado. Él conoce
bien sus aguas. Aislado de distracciones, se interna en uno de sus motivos
principales desde la infancia: la naturaleza. Ventarrones, árboles, polvaredas
y el zumbido lo acompañan.
Aclara:
-La naturaleza me ha hecho ser de
la tierra. Pero no por eso soy un poeta telúrico o alguna cosa de esas. Yo soy
de las piedras, del aire. El ventarrón domina Lebu. Allí, es un personaje. Lo
conocí en mi infancia, cuando el mar y el río y el río con el mar se trancaban
en un juego de remolinos. Ahí reina el zumbido. Es una tierra prodigiosa. De
allí vengo yo.
El océano, el relámpago, el
oleaje, el ventarrón, el zumbido, Dios, el eros, la vida, la muerte, la tierra,
lo numinoso y lo mágico.
Gonzalo Rojas no sabría existir
sin los motivos de su alma.
Y en todas sus casas, la música.
Gonzalo Rojas es un tipo
melómano. En Chillán, sus cientos de CD de pop, rock, tango, jazz y música
clásica copan sus anaqueles, se caen de los estantes, se enredan en las antiguas
ediciones de revistas literarias como Vuelta o El Hijo Pródigo. Siempre está
escuchando música, desde que amanece. Le gusta escribir así. "Aprovecha
los viajes al extranjero para comprar discos, él sabe mucho de música. Es una
de sus grandes pasiones, siempre lo ha acompañado en su escritura", dice
su hijo Gonzalo.
Los miles de libros y revistas se
acumulan en sus casas, se escapan de las piezas. Los compra cuando viene a
Santiago -y viaja seguido, sólo entre enero y abril vino unas diez veces-, en sus
librerías favoritas: Ulises, Metales Pesados, Fondo de Cultura Económica. Sobre
todo, le llegan por decenas a su casa de Chillán. Las editoriales, los amigos,
las revistas extranjeras, todos le mandan libros. Siempre está leyendo, todos
los días, todas las noches. A veces, da su parecer. Y es que, para muchos, la
voz de Gonzalo Rojas es ley:
-La palabra es el centro de todo.
La poesía es locura y los poetas, todos los poetas, refunfuñamos. Porque vamos
al fondo de las cosas y no nos dejamos envolver por la farsa de la palabra que
no es verdadera. Los poetas de Chile somos gente de la tierra. Desde la
Mistrala a De Rokha, un hombre tremendo y fundamental.
-Julio Cortázar dijo que usted le
devolvió cosas fundamentales a la poesía. Y Octavio Paz, aludiendo a Oscuro,
dijo que sus poemas eran "intensos, con palabras cargadas de verdad de
este mundo y quemadas por el roce del otro". ¿Quién lo ha influenciado?
-Los amigos son siempre
generosos, aunque estos dos eran ante nada mis lectores rigurosos. Los clásicos
se me dan cada vez más cercanos, todo es de una gran circularidad.
Sigue volando. En los últimos
seis años ha ido a recibir honores y a participar en encuentros poéticos en
España, Alemania, Brasil, Suecia, Colombia, México, Perú, Argentina, Argelia y
Rusia. A veces, sólo va a ver amigos o a su hijo Rodrigo, quien lo acompaña
desde Kassel, Alemania, en sus largos periplos poéticos.
Durante años, fue larga y ancha
la travesía para ir a recolectar su interminable lista de premios
internacionales.
Su lista impresiona: el español
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Nacional de Literatura en 1992, el
argentino José Hernández, en 1997, el mexicano Octavio Paz en 1998 y el
norteamericano Walt Whitman en 2001. En abril del 2004 agregó el Premio Cervantes,
considerado el Nobel de las letras españolas. Con este galardón recordó que
"un Premio Cervantes es y será siempre una ironía. Ninguno de los grandes
de España que marcaron la literatura hispana, ganaron nunca ni un centavo,
jamás un diploma, ni siquiera fueron publicados en vida. Ni Quevedo ni Lope de
Vega, ni menos Cervantes. ¡Eran pobrísimos, pero muchas veces lo pasaron harto
bien!".
Tres años después de ganar el
Cervantes, doce universidades chilenas levantaron su postulación al Premio
Nobel. Pero Gonzalo Rojas es un refunfuñador frente a sus premios. No le
gustan, lo agobian, dice. Huye de la figuración:
"Dénle el Nobel a Parra, a
él le fascinan los premios, mucho más que a mí. Y lleva un cuarto de siglo
postulando. No tengo nada que ver yo con el Nobel".
Tarde o temprano en su discurso
aparece el Antipoeta de Las Cruces. Con Nicanor ya es una vida jugando a
reconocerse y después a desconocerse.
Avanza con paso desmesurado en su
creación, sin dejar de niñear. Inventa libros, recopila poemas antiguos y los
une a los nuevos, recorre su casa para contemplar la colección de cuadros que
tantos célebres amigos pintores le regalaron, en prueba de hermandad. En
Chillán atesora una importante pinacoteca presidida por unas 80 obras de
Roberto Matta y unas treinta de Nemesio Antúnez, con quienes se entendió sin
palabras.
No le tiene miedo a la muerte,
Gonzalo Rojas. Hasta se ríe de ella, como se ríe de la vida. Para este
libertario, la vida y la muerte juegan un juego que no admite fin.
La libertad para él es capital y
es el legado que le dejará a sus hijos.
-Usted ha recibido todos los
premios posibles e inaugurado varios. ¿Le siguen pareciendo un fastidio?
-El fastidio que me dan esos
premios que he recibido sólo son superados por las preguntas relacionadas con
ellos. Sería mucho mejor hablar de poesía ¿no cree?
POR MARÍA CRISTINA JURADO.
De: http://jorgefloresduran.blogspot.com