viernes, 20 de diciembre de 2013

“Y yo, ¿quién soy?”






En     
Centro de Formación Humanística
PERRAS NEGRAS

Curso-Taller de Verano/2014


“Y yo, ¿quién soy?”


Las autobiografías (en su presentación como cuentos, relatos o novelas), las memorias, los diarios, incluso la llamada poesía confesional, son  formatos de “las escrituras del yo”.

Interesante conocer el marco teórico en el que se sustentan estos textos pero verdaderamente tentador resultará  encontrar, plasmadas  en la pantalla o en el papel,  las imágenes de ésos o ésas que fuimos en determinada circunstancia vital porque... quizás no las reconozcamos o tal vez muy pobre había sido nuestra valoración puntual  o acaso aún no hayamos tomado conciencia de que también ellas son huéspedes de quienes somos ahora.

Se trata, entonces, de conocimiento: ver y comprender lo diferente, lo otro: de mí mismo/a, de los /as demás, del mundo. Un conocimiento que es experiencia, preservación, reflexión y  revelación... a través de una emoción especial, una emoción que no se inventa, una emoción que está ahí, recostada en un recodo de los recuerdos, temiendo disolverse en el aire del olvido, como una gotita suspendida en el dorso de un pétalo.













El curso tendrá una duración básica de tres meses a partir del 15 de enero del 2014.


La carga horaria será de 2 (dos) horas semanales como mínimo (puesto que se trata de una actividad teórico-práctica, se trabajará en base a textos de autores consagrados, motivadores de orientaciones técnicas y de aplicación de las mismas en escritura personal).

Existen diversas posibilidades de integración: grupal, individual, a distancia. 

Costos accesibles y bonificaciones para grupos.

No se requiere formación intelectual previa.

Las inscripciones se cerrarán el 6 de enero del 2014.
Imprescindible previa entrevista.

Por informes, dirigirse a:
literaturaenprimavera@gmail.com
095 906 118
098 466 781


“Vine a la luz en este florido y espejeante Salto del Uruguay, hace un siglo, o ayer mismo, o mismo ahora, porque a cada instante estoy naciendo. Era por junio y por domingo y a mitad del día. Imagino el rostro pálido de mi madre, y más allá a los campos con la escarcha crecida –como mármol levísimo, lúcido, adecuado sólo para construir estatuas de ángeles– y con las telarañas cargadas de perlas, y las naranjas como bombas de oro, olvidado ya el azaharero origen. Y del campo hablo, porque a él partí, apenas vividos ocho días. La casa de mis abuelos era larga, oscura y baja, y su edad, de cien años, y apropiada sólo para que la morasen fantasmas, o algunas gentes extrañas y hermosísimas, o un animal blanco y poderosamente milagroso. En su torno todas las flores se ceñían y todas las bestias y las sombras todas y los destellos. Yo partí de ella sólo para ir a la escuela; pero, la escuela quedaba apenas más allá y también bajo las flores; borroneó mi caligrafía primera el polvo amarillo de la garganta de las amapolas”...

De: “Señales mías” de Marosa Di Giorgio

En Centro de Formación Humanística PERRAS NEGRAS
Taller de Pasiones Literarias




A los 93, el centro todavía era "La Palabra"

Un aire, un aire, un aire
un aire,
un aire nuevo:
no para respirarlo
sino para vivirlo.



Gonzalo Rojas
Lebu, Chile: 20 de diciembre de 1916
 Santiago: 25 de abril de 2011
Profesor, escritor, diplomático.
Premios nacionales e internacionales.
Galardonado con la Orden al Mérito
Docente y Cultural "Gabriela Mistral".


Gonzalo Rojas
Su última entrevista


Diez meses antes de morir, el poeta del relámpago, reverenciado en todo el mundo, conversó, desde su refugio en Chillán, con la periodista María Cristina Jurado. Sus palabras se incluyeron en el libro "Creadores contra Viento y Marea" (Catalonia, 2010) y dan cuenta de sus días finales, en los que nunca perdió el humor: "Dénle el Nobel a Parra, a él le fascinan los premios, mucho más que a mí". Aquí, un extracto de ese diálogo.

POR MARÍA CRISTINA JURADO.

Las vertientes no cesan, la palabra no me abandona.

Escuchando rock y jazz a todo volumen, habitando su Torreón en la cordillera chillaneja, hojeando librerías, enamorándose, nadando en las aguas salobres del Golfo de Arauco, uno de los más grandes poetas vivos de la América hispana se descuelga en la vida con sus 93 años. Gonzalo Rojas ha ganado todos los premios, cruzado todos los mares, intentado todas las batallas. Exiliado y privado de su pasaporte chileno en 1973, debutó en su celebridad internacional cuando su alma y su mente sufrían la distancia con la tierra que lo fraguó. Impedido de ejercer como catedrático en las universidades nacionales, este hijo de Lebu sublimó tanta violencia con la inauguración de su etapa poética mayor. De regreso en Chillán, este vanguardista con alma de niño travieso, no desmaya en la escritura de la que está considerada una de las obras poéticas fundamentales del siglo veinte en nuestro continente. En septiembre de 2010 publicó Con arrimo y sin arrimo, recordándole al mundo que su verbo creativo está lejos de apagarse.

JUNIO DE 2010

En 1921, cuando muere el padre, comienza el deambular de la familia, son pobres. Se instalan en Concepción, ciudad que, hasta hoy, nunca ha logrado llevar bajo su piel. "Santiago y Concepción le parecen altivas, presuntuosas. Él ama el anonimato y la sencillez, por eso eligió Chillán para vivir", dice su hijo Gonzalo Rojas-May, el menor de los dos que este poeta enorme tiene. Gonzalo, psicólogo médico, fue el niño que tuvo con su gran amor, Hilda May, la musa de su madurez y experta en su obra literaria, quien falleció en 1995. (...)

Pero en Chillán, él parece vivir sin grandes penas. Absolutamente lúcido y vital, aunque ya no se cuelga de su barra de ejercicios diariamente, camina sin cesar, un acto físico que le otorga calma. No ha bajado el ritmo de sus diligencias en el centro de la ciudad. A este enamorado del verbo y de la vida le gusta poco delegar. Sus paseos al supermercado, al banco y al mercado local no se detienen y forman parte de su rutina.

Aunque Gonzalo Rojas huye de los días rutinarios. Con el espíritu en alto, cuenta:

-Me sigo levantando temprano, sigo escribiendo, sigo respirando con mi fibrosis pulmonar y mi ojo cojo; las vertientes no cesan, la palabra no me abandona.

-A los 93, ¿qué le falta por vivir?

-¿Le falta a alguien algo por vivir? ¡Qué pregunta tan desmesurada!

-La doctora en literatura Hilda May, su mujer, asoció su niñez a la orfandad, la palabra y el mito del relámpago. ¿Cómo siente su infancia hoy?

-La intemperie se me dio siempre. Creo que desde allí nace buena parte de mi manera de silabear el mundo, lo que sigo haciendo a mis 93 años de niño.

Sonríe. Y prosigue su paseo por su jardín de rosas en la casa de 600 metros cuadrados, en colores agua, a pocas cuadras de la estación de trenes de Chillán.

En el 2010 Rojas es un hombre activo. Si por su fibrosis pulmonar ya no puede viajar a ciudades altas -por eso va menos a Ciudad de México, un lugar que lleva en el corazón, donde enterró a su gran amigo Octavio Paz- le hace frente a sus días con entusiasmo:

-Exuda juventud y su energía es imbatible. ¿Con qué armas le pelea al deterioro?

-Imaginación y más imaginación. Capacidad de asombro. Reírme de mí mismo. No transar con el este ni con el oeste.

Así sea.

Como ha hecho desde muy joven, busca su inspiración en lo sagrado, lo cotidiano y en las grandes reflexiones filosóficas. Sobre todo, en la vida y en la muerte, que no lo dejan soltar su pluma. También en el amor, un sentimiento que jamás lo abandona y que le ha otorgado gran parte de su fuerza poética (...):

Por eso, hoy sigue fiel a sí mismo. Cultivando el amor, pero también el erotismo, que maneja con dedos de maestro en sus escritos.

-El amor le es fundamental.

-Es una de mis armas. Ser fiel a la libertad, a la palabra, no dejar de vivir por amor.

Este diciembre cumplirá sus 93 sin jamás haber dejado de escribir un día.

A veces, abandona su larga casa en calle El Roble -donde vive rodeado de verdes y azules y rosas y música- para viajar 55 kilómetros más allá, cordillera adentro, hasta el Torreón del Renegado, su poética residencia campestre, metida entre avellanos y lleuques. Camino a las Termas de Chillán, en medio de bosques y el estero Renegado, Rojas se vuelve a encontrar con la palabra. El Torreón es una vivienda barroca de tres plantas, que se descuelga de un barranco frente al río Renegado. Él conoce bien sus aguas. Aislado de distracciones, se interna en uno de sus motivos principales desde la infancia: la naturaleza. Ventarrones, árboles, polvaredas y el zumbido lo acompañan.

Aclara:

-La naturaleza me ha hecho ser de la tierra. Pero no por eso soy un poeta telúrico o alguna cosa de esas. Yo soy de las piedras, del aire. El ventarrón domina Lebu. Allí, es un personaje. Lo conocí en mi infancia, cuando el mar y el río y el río con el mar se trancaban en un juego de remolinos. Ahí reina el zumbido. Es una tierra prodigiosa. De allí vengo yo.

El océano, el relámpago, el oleaje, el ventarrón, el zumbido, Dios, el eros, la vida, la muerte, la tierra, lo numinoso y lo mágico.

Gonzalo Rojas no sabría existir sin los motivos de su alma.

Y en todas sus casas, la música.

Gonzalo Rojas es un tipo melómano. En Chillán, sus cientos de CD de pop, rock, tango, jazz y música clásica copan sus anaqueles, se caen de los estantes, se enredan en las antiguas ediciones de revistas literarias como Vuelta o El Hijo Pródigo. Siempre está escuchando música, desde que amanece. Le gusta escribir así. "Aprovecha los viajes al extranjero para comprar discos, él sabe mucho de música. Es una de sus grandes pasiones, siempre lo ha acompañado en su escritura", dice su hijo Gonzalo.

Los miles de libros y revistas se acumulan en sus casas, se escapan de las piezas. Los compra cuando viene a Santiago -y viaja seguido, sólo entre enero y abril vino unas diez veces-, en sus librerías favoritas: Ulises, Metales Pesados, Fondo de Cultura Económica. Sobre todo, le llegan por decenas a su casa de Chillán. Las editoriales, los amigos, las revistas extranjeras, todos le mandan libros. Siempre está leyendo, todos los días, todas las noches. A veces, da su parecer. Y es que, para muchos, la voz de Gonzalo Rojas es ley:

-La palabra es el centro de todo. La poesía es locura y los poetas, todos los poetas, refunfuñamos. Porque vamos al fondo de las cosas y no nos dejamos envolver por la farsa de la palabra que no es verdadera. Los poetas de Chile somos gente de la tierra. Desde la Mistrala a De Rokha, un hombre tremendo y fundamental.

-Julio Cortázar dijo que usted le devolvió cosas fundamentales a la poesía. Y Octavio Paz, aludiendo a Oscuro, dijo que sus poemas eran "intensos, con palabras cargadas de verdad de este mundo y quemadas por el roce del otro". ¿Quién lo ha influenciado?

-Los amigos son siempre generosos, aunque estos dos eran ante nada mis lectores rigurosos. Los clásicos se me dan cada vez más cercanos, todo es de una gran circularidad.

Sigue volando. En los últimos seis años ha ido a recibir honores y a participar en encuentros poéticos en España, Alemania, Brasil, Suecia, Colombia, México, Perú, Argentina, Argelia y Rusia. A veces, sólo va a ver amigos o a su hijo Rodrigo, quien lo acompaña desde Kassel, Alemania, en sus largos periplos poéticos.

Durante años, fue larga y ancha la travesía para ir a recolectar su interminable lista de premios internacionales.

Su lista impresiona: el español Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Nacional de Literatura en 1992, el argentino José Hernández, en 1997, el mexicano Octavio Paz en 1998 y el norteamericano Walt Whitman en 2001. En abril del 2004 agregó el Premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras españolas. Con este galardón recordó que "un Premio Cervantes es y será siempre una ironía. Ninguno de los grandes de España que marcaron la literatura hispana, ganaron nunca ni un centavo, jamás un diploma, ni siquiera fueron publicados en vida. Ni Quevedo ni Lope de Vega, ni menos Cervantes. ¡Eran pobrísimos, pero muchas veces lo pasaron harto bien!".

Tres años después de ganar el Cervantes, doce universidades chilenas levantaron su postulación al Premio Nobel. Pero Gonzalo Rojas es un refunfuñador frente a sus premios. No le gustan, lo agobian, dice. Huye de la figuración:

"Dénle el Nobel a Parra, a él le fascinan los premios, mucho más que a mí. Y lleva un cuarto de siglo postulando. No tengo nada que ver yo con el Nobel".

Tarde o temprano en su discurso aparece el Antipoeta de Las Cruces. Con Nicanor ya es una vida jugando a reconocerse y después a desconocerse.

Avanza con paso desmesurado en su creación, sin dejar de niñear. Inventa libros, recopila poemas antiguos y los une a los nuevos, recorre su casa para contemplar la colección de cuadros que tantos célebres amigos pintores le regalaron, en prueba de hermandad. En Chillán atesora una importante pinacoteca presidida por unas 80 obras de Roberto Matta y unas treinta de Nemesio Antúnez, con quienes se entendió sin palabras.

No le tiene miedo a la muerte, Gonzalo Rojas. Hasta se ríe de ella, como se ríe de la vida. Para este libertario, la vida y la muerte juegan un juego que no admite fin.

La libertad para él es capital y es el legado que le dejará a sus hijos.

-Usted ha recibido todos los premios posibles e inaugurado varios. ¿Le siguen pareciendo un fastidio?

-El fastidio que me dan esos premios que he recibido sólo son superados por las preguntas relacionadas con ellos. Sería mucho mejor hablar de poesía ¿no cree?


POR MARÍA CRISTINA JURADO.

De: http://jorgefloresduran.blogspot.com