Al Señor Ministro del Interior, Eduardo
Bonomi, debe de habérsele olvidado informar a la población acerca de medidas
restrictivas con respecto al ejercicio de nuestros derechos constitucionales.
Otra hipótesis resultaría absurda, dado el
progresivo recorte observado en distintos ámbitos, pero muy especialmente en
zonas vulnerables (vulnerabilidad de la que este Gobierno debe hacerse cargo
también después de casi diez años de gestión).
En este sentido, no solamente es posible
aludir al barrio de Santa Catalina, penúltimo hito de la creciente omnipotencia
con que se ha dotado a la Policía para manejar esas encubiertas tijeras, donde
con ineptitud y soberbia fue segada la vida de Sergio, un joven desvinculado
totalmente de prácticas delincuenciales.
Hace pocas horas, un docente de la Escuela
del Barrio Casavalle fue golpeado con saña y arrogancia por un grupo “policial”
(término que avergüenza esgrimir en muchos casos) y de ello somos testigos
tod@s aquell@s que mirábamos los noticieros porque hubo testimonio gráfico del
episodio.
El delito del docente fue integrar una manifestación
pacífica en defensa de un joven del barrio, “imputado” de rapiña, según
comentarios de los periodistas que difundieron los canales de televisión
(Parecería que en las filas policiales es urgente el uso del diccionario y de
nociones básicas de Derecho).
Es decir que, ese grupo, o cumplió una orden o
se concedió la prerrogativa de abolir con ferocidad el derecho a la libertad de
expresión del maestro. El acto es por demás simbólico: implica una zancada jurásica
en la gradual naturalización de la barbarie contra el que piensa, opina o actúa
con otra lógica. (¡Cómo alarmarnos después, ante la avalancha de madres
agresoras de l@s docentes en las mismas Escuelas y Liceos!)
Resulta extraño que un Ministerio cuyos
cometidos recaen sobre realidades tan delicadas no haya solicitado asesoría
acerca de la lógica que inspira a la labor pedagógica de la docencia
comprometida con la población más fragilizada por el capitalismo salvaje. Una lógica
que está en las antípodas de la ministerial y que no confunde avalar delito
alguno con acompañar sin fatiga al más débil. Resulta inadmisible la
negligencia de un Ministerio de izquierda que dota de armas y semejantes tijeras
a individuos descontrolados y deformados por viejos clichés todavía vigentes.
Y como para muestra basta un botón, aquí el más
representativo de esos clichés: Habiendo sido docente de Establecimientos
Penitenciarios desde el año 2001, cuántas veces escuché “Ahí vienen los
maestritos pichis” porque, para muchos integrantes de ese Cuerpo, enseñarle a
una persona privada de libertad significa, automáticamente, engrosar las filas
de quienes ellos categorizan como “pichis”.
Así que, lo que le ocurrió a Fefo, no me
provoca dubitación alguna. Es una más de las vivencias de un desencanto
irreparable. Es una más de las certezas sobre el fuego inextinguible que vibra
en la docencia. No existen tijeras para ese fuego.
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Un maestro incondicional. De: elmuertoquehabla.blogspot.com |