jueves, 6 de febrero de 2014

“Obra de cada uno, ya sea en la literatura, la música o las imágenes o la arquitectura o cualquier otra cosa, siempre es un retrato de sí mismo” -Samuel Butter


















      Los suelos de madera de algunos pueblos del norte son agradables de pisar e íntimos para convivir, pero en verano se vuelven insoportables, es preferible la solución romana de suelos fríos de baldosas o mármoles, que en invierno pueden cubrirse como los cuerpos hermosos con paños orientales.

      Las ventanas no deben ser estrechas y altas como las de los templos sino amplias y horizontales, para estar a cubierto de la luz divina que siempre es vertical e implacable.

      Las paredes han de ser anchas para que apaguen el eco de nuestros errores y blancas y luminosas para poder proyectar nuestros recuerdos más queridos y que reverberen en ellas los olvidados.

      Las habitaciones deben tener dos ventanas abiertas a diferente orientación, para mantener al menos dos visiones distintas del mismo paisaje.

      Los techos altos como los deseos cumplidos.

      La alcoba sencilla y fresca como el amor.

      La biblioteca ha de ser lo más abundante y transparente posible para que impregne el aire de filosofía.

      Hay que ser espartano en el adorno, pero sensible a su forma, que como las caricias se sienten más cuando son secretas.

      Se debe procurar que los patios sean silenciosos para percibir claramente nuestras fiestas interiores.

      No se debe abusar de las columnas que agobian el espíritu como la falsa elocuencia.

      El jardín debe estar rodeado de árboles centenarios que absorban nuestras pasiones y de flores vírgenes como pensamientos que nos las reaviven. Se eliminarán los rincones umbríos donde el dolor y las madreselvas tienden a rebrotar.

      En fin, estas son las reglas mínimas que deben tenerse en cuenta cuando se aborda la construcción de una vivienda, pero ha de saberse que no sirven de nada si la casa permanece vacía.

Lección sobre el arte de edificar.


Sextus Piscius Caecilianus (Roma, 75 - 4 a.d.C.)  


      Sextus Piscius Caecilianus nació y vivió durante toda su vida en la ciudad de Itálica, a pocos kilómetros de Sevilla, cuando esta urbe romana estaba en todo su esplendor arquitectónico. En el magnífico teatro de la ciudad, edificado un siglo antes de nuestra era, el poeta sin duda asistiría a las comedias de Plauto y Terencio.

        Es probable que Sextus Piscius Caecilianus no fuera un hombre libre, sino servidor de un patricio importante de la ciudad. En diversos documentos se le menciona como ludi magister, y no sería extraño que fuera el encargado de llevar la contabilidad y la educación de los hijos de un poderoso hombre de leyes.

         Su Lección de Arquitectura está escrita sobre papeles oficiales reutilizados. Su texto sugiere el arte de vivir sensualmente.

De: http://www.trazegnies.arrakis.es/

Ruinas de la ciudad de Itálica en Sevilla