sábado, 8 de febrero de 2014

Dos versiones de “La canción del arpista”






















Es feliz este buen príncipe:
la muerte es un destino amable.
Una generación pasa,
otra perdura,
desde la época de los antepasados.
Los dioses (faraones) que hubo antes descansan en sus sepulturas,
y también los nobles benditos yacen enterrados en sus tumbas.
Pero los que construyeron las tumbas
han desaparecido,
¿qué fue de ellos?

He escuchado las palabras de Imhotep y Hardedef,
cuyas sentencias son recitadas íntegramente.
¿Adónde fueron?
¡Sus murallas se han desmoronado,
han desaparecido,
como si no hubieran existido nunca!
¡Nadie vendrá desde allí
a hablarnos de sus necesidades,
a calmar nuestros corazones,
hasta que también nosotros vayamos allí
adonde ellos se fueron!

Así pues, regocíjate en tu corazón.
El olvido te favorece;
sigue a tu corazón mientras vivas.
Echa mirra sobre tu cabeza,
vístete con lino fine,
úngete con aceites propios de un dios (faraón).
¡Acumula tus alegrías,
que tu corazón no decaiga!
¡Sigue a tu corazón y a tu felicidad,
haz en la tierra lo que tengas que hacer como te dicte tu corazón!
Cuando te llegue el día de las lamentaciones,
el del Corazón Apesadumbrado (Osiris) no escuchará sus lamentaciones,
¡los gemidos no salvan a nadie de la fosa!

¡Desahógate,
no te preocupes por nada!
¡Mira que a nadie se le permite llevarse consigo sus bienes,
mira que quién marcha ya no vuelve!













 Generaciones y más generaciones desaparecen y se van,

otras se quedan, y esto dura desde los tiempos de los Antepasados,

de los dioses que existieron antes

y reposan en sus pirámides.

Nobles y gentes ilustres

están enterrados en sus tumbas.

Construyeron casas cuyo lugar ya no existe.

¿Qué ha sido de ellos?

He oído sentencias

de Imuthés y de Hardedef,

que se citan como proverbios

y que duran más que todo.

¿Dónde están sus moradas?

Sus muros han caído;

sus lugares ya no existen,

como si nunca hubieran sido.

Nadie viene de allá para decir lo que es de ellos,

para decir qué necesitan,

para sosegar nuestro corazón hasta que abordemos

al lugar donde se fueron.

Por eso, tranquiliza tu corazón.

¡Que te sea útil el olvido!

Sigue a tu corazón

mientras vives.

Ponle olíbano en la cabeza.

Vístete de lino fino.

Úngete con la verdadera maravilla

del sacrificio divino.

Acrecienta tu bienestar,

para que tu corazón no desmaye.

Sigue a tu corazón y haz lo que sea bueno para ti.

Despacha tus asuntos en este mundo.

No canses a tu corazón,

hasta el día en que se eleve el lamento funerario por ti.


Aquél que tiene el corazón cansado no oye su llamada.

Su llamada no ha salvado a nadie de la tumba”.

Hazte, por tanto, el día dichoso,

y no te canses nunca de esto.

¿Ves?, nadie se ha llevado sus bienes consigo.

¿Ves?, ninguno de los que se fueron ha vuelto”. 


***

Este documento funerario fue hallado en la tumba del faraón Intef, y no es casualidad que pertenezca al Primer Período Intermedio, época de dinastías paralelas y guerras civiles entre distintas ciudades de Egipto.

Una sugerencia: relean “Coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique. Ya por entonces era aplicable aquello de que no hay nada nuevo bajo el sol...



¡Cuánto estamos deseando la luz del sol por estos días en que parece haber retornado desde el fondo de la Historia el Diluvio y no tenemos un Arca, ¿no?!


Corremos tanto detrás de los bienes materiales y olvidamos los otros, los básicos, los que nos permiten disfrutar de aquellos. Entre los que perdemos de vista o nos inducen a extraviar de nuestro horizonte, está el sol, personaje imprescindible de nuestro dual paisaje: el exterior y el interior.



Un taller es 
sensibilidad en juego, 
pensamiento, 
creación, 
acción... 
Acaso, entonces, 
puede ser
tu flor en el desierto.