domingo, 17 de enero de 2016

¡REGISTRO PÚBLICO DE FEMIINICIDAS Y FEMICIDAS YA!





















Se dice que Méjico es la sociedad machista por excelencia pero, señoras y señores, es un  mito y nada más.

La sociedad machista por excelencia, que va cambiando de careta a medida que pasa el tiempo es ésta, la uruguaya.

Hoy no sería oportuno argumentar detalladamente la afirmación; nos desenfocaría del hecho esencial: el primer asesinato del año de una joven mujer a manos y cerebro de su pareja, en el departamento de Colonia.

Ella se llama -sí, se llama, porque quedará viva en la memoria de muchas personas-; ella se llama Jenny Chico.

De él no se conoce el nombre. La prensa, la Policía, el Poder Judicial, encuentran conveniente dar cumplimiento a una cuestionable disposición acerca de los delincuentes primarios: no aportar su identidad. ¡Qué curioso y conveniente acatamiento! Porque deslices referidos a otros hechos podríamos enumerar en abundancia, hechos siempre vinculados -claro está- a la propiedad, eje añejo de la ideología del Sistema.

Resulta que estamos ante un individuo que no solamente no controla su ira sino que ipso facto al apuñalamiento, pretende y prepara la escena para que se crea que fue un robo y no un asesinato. Un verdadero riesgo social: antes, ahora y siempre. Pero no conoceremos nunca su nombre; las autoridades suelen defender enérgicamente al varón protagonista; de hecho, las mujeres son procesadas con el doble y triple número de años en la condena por el mismo delito.

No se detiene aquí la complicidad. Creemos que a la mayoría de l@s ciudadan@s horrorizad@s por esta sangría en el país desde unos cuantos años atrás, nos gustaría que el Cuerpo de Ministr@s y el Poder Legislativo estuvieran ya reunidos, adoptando reales medidas, tal como lo efectivizaron para el salvataje de ANCAP. ¡Qué ilusas las personas que deseamos una muestra de calidad ética en l@s gobernantes (y ningún “pelo político” queda afuera de esta categorización)! Nada tendrá la relevancia de ese minimizado error prolongado en el tiempo que fue ANCAP. Ni las decenas de mujeres asesinadas por sus parejas, ni l@s hij@s a la deriva, ni el creciente clima de violencia que parece sólo ser percibido por ciertos termómetros... (¡Para qué continuar formulando la secuencia de la cultura de la impunidad, de la atroz indiferencia instaurada! Ahora están en el Este; en el otoño jugarán algunos partidos interminables en el Palacio y en los Ministerios; en el invierno el Ejército se hará cargo de colaborar con los inundados de quién sabe qué departamentos; y así seguiremos).

Por eso la reflexión esencial, único tributo sano para homenajear a Jenny sería preguntarnos si realmente estamos tan horrorizad@s tant@s ciudadan@s. Porque si lo estuviéramos, y por derecho, deberíamos tocar en masa las puertas de la Presidencia, de los Ministerios, de los legisladores, y exigirles que cumplan a cabalidad y ahora mismo con el mandato recibido, o sea: velar por el bienestar material y psíquico de la ciudadanía, aplicando efectivas medidas sobre la cantidad de problemas relevantes que nos acucian y que están empeñados en emparchar, sólo en emparchar.


El cuerpo de Jenny y los cuerpos de todas las mujeres asesinadas, ya no necesitan parches. Pero en las sociedades eminentemente machistas y nominalmente democráticas, una verdad de Perogrullo como ésta es apenas un dato que incide en la contabilidad de los escaños que podrán seguir ocupando los varones.