Las clásicas Fiestas de esta Época del Año
son ideales para acercar deseos y agradecimientos en nuestro entorno.
Bien. En este caso, los deseos estuvieron
implícitos oportunamente y, a esta altura, está claro que no vale la pena
reincidir en actos insignificantes para sus receptores originales.
De ahí que sólo formularemos agradecimientos:
* al
Poder Judicial, en principio, por aportar a la juventud uruguaya otro magnífico
ejemplo de conducta bien apegada a esta nueva forma de “derecho” surgida de la
cultura de la impunidad, como la de otorgar prisión domiciliaria a uno de los
cerebros mejor pertrechados para la barbarie (28 delitos de lesa humanidad
“constatados”, dato archisuficiente para individualizarlo).
Sería interesante que el mensaje fuera
coherente, porque si el criterio es cuantitativo -edad avanzada, episodios que
comprometan la salud,...- en Domingo Arena hay muchos aspirantes a semejante
regalía y quizás cualitativamente más cercanos a la impronta de conveniente clemencia
que se pretendió acuñar.
Pero parece que la intención es exactamente
la contraria: cuanto más bestial haya sido la participación, mayor benevolencia
obtendrá el actor.
* al
Poder Legislativo, por otra versión de esa contaminante cultura de la
impunidad, al haber izado la bandera de “Intocables” para el Cuerpo Directivo
que gestionó ANCAP.
Sin duda, otro ejemplo vivificante para la
juventud, y en una fecha casi inolvidable pues, si pasamos revista a la
multitud de problemas que padece el país desde décadas atrás (las zonas
inundables, por echar mano al más actual) cuesta demasiado ubicar alguna
ocasión en la que la Legislatura haya resuelto inaugurar el año de esta manera.
A partir de ahora, ¿cuál será el criterio
para demandar que un funcionario público,
un empleado privado, un padre, una madre, un joven, se hagan cargo de
sus acciones? ¿En qué escritorios han “cajoneado” la tan mentada
Responsabilidad? Parece que Maquiavelo sigue gozando de excelente sobrevida.
* al
Poder Ejecutivo, porque como ámbito donde se asienta la Presidencia se está
asemejando al escenario con que se abre El Otoño del Patriarca. Y no se trata
de criticar por deporte. Hay actos con una carga tan simbólica que no pueden
pasar inadvertidos para quien se supone ha llegado con el peso sagrado de tanta
sangre soñadora sobre sus hombros y su memoria.