martes, 17 de enero de 2017

“Se me hace más fácil vivir cuando me escribes.” – Ánton Chéjov


























Yalta, 27 de septiembre de 1900

Olga, querida mía, mi pequeña actriz maravillosa, ¿por qué ese tono, ese humor quejoso y amargo? ¿realmente soy tan culpable? Pues bueno, perdóname, querida mía, mi zagala, no te enfades, no soy tan culpable como te lo hace creer tu desconfianza. Hasta el momento no he podido ir a Moscú porque estaba enfermo, no hay otro motivo, te lo aseguro, querida, te doy mi palabra. ¡Palabra de honor! ¿Me crees?

Me quedaré en Yalta hasta el 10 de octubre, trabajaré y luego saldré hacia Moscú o, según mi estado de salud, hacia el extranjero. En cualquier caso, te escribiré.

No he tenido carta de mi hermano Iván ni de mi hermana Macha. Evidentemente están molestos, pero no sé por qué.

Ayer estuve en casa de Sredin; había muchos invitados, casi todos desconocidos. Su hija está clorótica, pero va al liceo. Él padece de reumatismo.

En cuanto a ti, escríbeme detalladamente cómo ha ido "La hija de las nieves", cómo ha sido el principio de la temporada, cuál es el estado de ánimo de todos, cómo está el público, etc, Y, puesto que no eres como yo, tienes mucho que escribirme, tienes material para dar y regalar, mientras que yo no tengo nada, salvo quizá una cosa: hoy he cazado dos ratones.

En Yalta sigue sin llover. ¡Esto sí que es sequía! Pobres árboles, especialmente los del monte de al lado, que durante todo el verano no han recibido ni una gota de agua y están completamente amarillos; es como las personas que no reciben ni una gota de felicidad a lo largo de toda su vida. Hay que creer que así debe ser.

Escribes: "tienes un corazón amante, tierno, ¿por qué lo endureces?". Pero ¿cuándo lo he endurecido? ¿Cómo, pensándolo bien, he dado prueba de esta dureza? Mi corazón te ha amado en todo momento, y ha sido tierno contigo, nunca te lo ha ocultdo, nunca, nunca, y tú me acusas así a la ligera.

A juzgar por tu carta, deseas y esperas alguna explicación, una larga discusión, con caras serias y consecuencias serias; pero yo no sé que decirte, como no sea una cosa que ya te he dicho mil veces y que, por lo que parece, seguiré diciéndote durante mucho tiempo, esto es, que te quiero, y nada más. Si ahora no estamos juntos no es por culpa mía ni tuya, sino del diablo que ha puesto en mí el bacilo y en ti el amor por el arte.

Hasta la vista, mi querida viejecita, que los ángeles te guarden. No te enfades conmigo, palomita, no estés triste, sé sensata.

¿Qué hay de nuevo en el teatro? Escribes, te lo ruego.

Tu Antonio


De: http://isabelserranocastro.blogspot.com.uy/