sábado, 10 de diciembre de 2016

10 de Diciembre: Día Internacional de los Derechos Humanos

Los derechos humanos

La extorsión,
el insulto,
la amenaza,
el coscorrón,
la bofetada,
la paliza,
el azote,
el cuarto oscuro,
la ducha helada,
el ayuno obligatorio,
la comida obligatoria,
la prohibición de salir,
la prohibición de decir lo que se piensa,
la prohibición de hacer lo que se siente
y la humillación pública
son algunos de los métodos de penitencia y tortura tradicionales en la vida de familia. Para castigo de la desobediencia y escarmiento de la libertad, la tradición familiar perpetúa una cultura del terror que humilla a la mujer, enseña a los hijos a mentir y contagia la peste del miedo
–Los derechos humanos tendrían que empezar por casa –me comenta, en Chile, Andrés Domínguez.

Eduardo Galeano
De: http://todosloshombresmatan.blogspot.com.uy/




 LXXI

El azar corta las entrañas de la corrupción, pasa el Poder y cierra la heridaza. Laten adentro impotencias del pobre, las letras de lo inefable huido, tratados de la razón domada. Al lado de los derechos humanos del pasado sangran sin abrigo los derechos humanos del presente. La crueldad usa uñas buenas. Los agujeros del país las pintan con esmalte rojo y las instituciones felicitan de pie. Tiembla el jardín que Amor regaba. De qué vale la vida que no se perdió en sales del futuro. Cuida sus ruinas y sobrevive así.

Juan Gelman
De: http://lapoesiaalcanza.com.ar/




Los derechos fundamentales no pueden restringirse a los derechos individuales enunciados por las revoluciones burguesas del siglo XVIII. La libertad no consiste en el contractualismo individual, que sacraliza el derecho de propiedad y permite al propietario la “libre iniciativa” de expandir sus lucros a costa de la explotación ajena.
En un mundo asolado por la pobreza de más de la mitad de su población, el Estado no puede concebirse como mero árbitro de la sociedad, sino que debe intervenir para asegurar a todos sus derechos sociales, económicos y culturales. El reconocimiento de un derecho inherente al ser humano no es suficiente para asegurar su ejercicio en la vida de aquellos que ocupan una posición subalterna en la estructura social.
Educar para los DDHH es buscar el consenso cultural que inhiba cualquier amenaza a los derechos de la persona, individuales y sociales. Se hace imprescindible hablar del derecho de participación en las decisiones políticas y económicas; el derecho de control sobre el sector bélico de nuestras naciones; el derecho a una infancia sana y alegre; el derecho de preservación de la buena fama ante abusos de los medios de comunicación e incluso el derecho a una programación sana en los mismos.
Por eso, es necesario comenzar a hablar de DDHH y derechos de los pueblos como derecho a la independencia, a escoger su propio régimen político, a disfrutar del medio ambiente, a no ser colonizado ni explotado por naciones, organismos o empresas extranjeras.
Ningún derecho estará asegurado si, primero, no se ofrecen garantías al derecho fundamental: el derecho a la vida. No sólo el derecho de nacer, sino también de vivir en libertad y dignidad, lo que presupone, como mínimo, que esté socialmente asegurado el trío alimentación - salud - educación.
En ese contexto de fragmentación paradigmática, hablar de DDHH y derechos de los pueblos se vuelve presupuesto básico de una educación que quiera modificar las relaciones entre personas y grupos, dentro de una ética de la tolerancia y del respeto al diferente. Eso no significa sin embargo administrar una sociedad anárquica: los derechos grupales, étnicos y colectivos deben estar en armonía con los derechos individuales, de modo que la defensa de éstos represente una consolidación de aquellos. No se debe, pues, confundir derechos con privilegios, ni admitir que la ganancia material se sobreponga a la indeleble sacralidad de la vida humana.
Ese ideal sólo será alcanzado cuando escuelas, instituciones religiosas y movimientos sociales, Estado y empresas, se conviertan en agentes pedagógicos capaces de educar personas y grupos en una actitud que las haga sentir, pensar y actuar según el pleno respeto a los DDHH y a los derechos de los pueblos.
Cómo hacer eso, tal vez sólo pueda ser efectivamente respondido por la metodología de educación popular combinada con el poder de difusión de los vehículos de comunicación de masas. ¿Qué tal una simulación pedagógica en la que un blanco se sienta en la situación de un negro discriminado por el color de su piel? ¿O una comunidad europea subyugada, en un ejercicio pedagógico, de prácticas y costumbres propios de una comunidad africana o indígena?
Si nos situamos en el lugar del otro, cambia nuestro «lugar social» y cambia nuestro «lugar epistémico». Del lugar del otro nadie vuelve igual. Es difícil tender puentes a esa isla egocéntrica que nos hace ver el mundo y las personas desde la óptica de nuestra geografía individual o grupal, y éste es, exactamente, el papel de una pedagogía centrada en los DDHH.

Frei Betto
De: http://www.servicioskoinonia.org/