domingo, 1 de febrero de 2015

Esta noche, de las aguas sube a los cielos fragancia a clavel.




















En este pequeño cuenco de etnias que es Uruguay, se celebra hoy el Día de Iemanjá, la Diosa del Mar, divinidad procedente de la fecunda cultura africana, hasta el presente depredada por sucesivos y variadísimos dominadores.

Dato inherente a la psicología de todo opresor es el desprecio por ciertas leyes universales, como, por ejemplo, la imposibilidad de destruir el ideario de un pueblo, y en esto, otra vez pertenece a la palabra el protagonismo. Una vez propagada por la palabra, no hay fronteras para el itinerario de una idea.

Así ocurrió en esta tierra en tiempos de la cruenta dominación europea. Hasta aquí llegaban en condiciones infrahumanas miles de africanos, destinados a la esclavitud para los aristócratas -no sólo españoles sino también criollos-. La Iglesia fue cómplice de ese proceso pero, en el afán de disfrazar su connivencia, optó por el sincretismo: las ideas religiosas de los subyugados fueron convenientemente revestidas por las católicas; así, Iemanjá pasó a ser nombrada como Nuestra Señora de los Navegantes y, por supuesto, su original tez oscura fue transformada en una de blancura resplandeciente. El concepto “diversidad” no existía; el de “respeto” era discrecional.

Sin embargo, ningún africano olvidó el sagrado origen de su Diosa. La palabra ha circulado por siglos y dice que:

Iemanjá es parte del panteón de los Orixás. El dios supremo Olorun creó a cada uno de los Orixás, que representan y se clasifican en las diferentes fuerzas de la madre naturaleza. Este panteón de dioses nace en el pueblo de los yorubas en África, en la ciudad de Ile Ife. El rey y fundador de la ciudad fue Oduduwa.

Iemanjá procreó a todos los dioses Orixás, es la madre de todos y comparte con Oxum el poder de procrear. La reina del mar también tiene los poderes de la gestación, la fertilidad y une a las familias.

Era la esposa del rey Olofi, soberano de la ciudad de Ife, y juntos procrearon diez hijos. Pero ella extrañaba a su pueblo y estaba a disgusto viviendo en Ife. Decidió escapar de su esposo; éste mandó todo un ejército tras ella. El ejército no tardó en alcanzarla y rodearla. Ella llevaba consigo un frasco que su padre le había regalado años atrás para que, en caso de una adversidad, lo rompiera. Así lo hizo y entonces se formó un río por el cual pudo trasladarse a su tierra ancestral.

El clavel era su flor preferida. Por eso hoy, sus fieles se lo tributan a raudales. En este cuenco, debe haber espacio para tod@s.