martes, 28 de enero de 2014

Producción de Talleres (4)




















El adivino
   

Como gitano de cuna, Antonio conocía todas las artimañas habidas y por haber. Sagaz, perspicaz, de fácil labia, era amo de mil artilugios.

No tenía temor a nada ni a nadie. Tampoco creía en sí mismo, ni en el bien ni el mal. El dinero era su único dios, el santo y versátil dinero que fluctuaba en sus manos por poco tiempo.

Timador profesional en las lides del amor y en las timbas clandestinas, con amenazas, conjuros y maldiciones convencía a cuanto incauto se le cruzaba, pues no desconocía las supersticiones y temores innatos de la persona común hacia el ocultismo. Si alguien se negaba o simplemente no creía en sus profecías, les mascullaba algunas palabrejas que ninguno entendía pero que, invariablemente, les hechizaba la voluntad.
Los pocos pacientes que, vaya a saber por qué causas del destino acudían confiados, le despertaban risa al percibir el miedo que les ocasionaba, producto de sigilosas averiguaciones previas que realizaba sobre ellos. Por eso solía transitar por los caminos perdidos y alejados de las grandes ciudades: la gente campesina era más fácil de envolver; ninguno se daba cuenta de que parte de las videncias estaba preparada. Sin embargo, sus manos tiraban con maestría las barajas del tarot.


Conducía un carromato vetusto, desvencijado, oscuro, al tiro de una yunta de burros viejos y de mal carácter. En él llevaba sus petates: potiches con hierbas exóticas, brebajes traídos desde más allá de las montañas habitadas por los monjes tibetanos, naipes de variada estirpe, algunas prendas descoloridas pero todavía útiles para complementar el oficio.

Su cuerpo también estaba experimentando el paso del tiempo. Ya no era el mozalbete gallardo y guapo que había provocado suspiros en las féminas de los más diversos lugares visitados.

Esa noche era calma pero se sentía cansado. Contemplaba el fuego, que parecía crepitar más que nunca: a la luz de las llamas que trazaban una extraña danza, sus párpados mostraban el trajín de la vida y de esa jornada. Habían sido duras. No había tenido mucha suerte ese día en el pueblo: demasiado pequeño, poca gente, pocos clientes. Mientras acariciaba el mazo de cartas, recordó que a su paso por la calleja principal se cerraban puertas y ventanas.

Pensó entonces que hacía mucho tiempo que no consultaba su propia suerte.
Una y otra vez tira… tira... tira… y siempre el mismo resultado… ¡Qué extraño!
De pronto los personajes de las cartas cobran vida. Amenazadores avanzan hacia él. El loco le hace muecas; burlas la muerte, quien con su dedo descarnado lo llama.
El zorro lo quiere atacar…lo mismo el oso…que se agiganta y le tira zarpazos. Las estrellas y la luna bajan  a una velocidad que impresiona.
Le zumban los oídos.
Las flamas se estiran, se vuelven cuerpo, el cuerpo del diablo que, a carcajadas, apoyado en sus torpes patas de cabra, se aproxima.
Antonio grita… grita… Pide socorro, aterrorizado. Se arranca del cuello el crucifijo e intenta impedir su avance; ruega a Dios que sólo sea una pesadilla, que amanezca pronto…

El trinar de cientos de pájaros anuncia la llegada del día. La quietud del campamento se ilumina. El silencio detiene a un forastero que se pregunta qué ha pasado allí: hay muchas barajas desparramadas; están tajeadas. Más adelante, un cuerpo, rígido, conturbado; las manos aferradas a una cruz y a una botella  medio vacía. “¡Qué color raro el de esa bebida! ¡Azul! ¿Qué habrá tomado este pobre tipo? Tiene una mirada de tanto espanto. Habrá que avisar a la policía…
  
Dharma ganesha



Todo lo que es Arte ha sido mi inquietud desde muy niña. Comencé primeramente con dibujos.
A los 4 años me enseñó mi madre a leer pues quería aprender; así cuando entré al colegio privado, sabía leer correctamente y escribir bastante bien. Cuando comencé con las redacciones escolares ya me di cuenta de que tenía facilidad para hacerlo. Y empecé a escribir para mí. Luego me acerqué a talleres y talleristas, lo que me dio el impulso para compartir públicamente.
Además dibujo, pinto y hago teatro. Soy profesora de Dibujo y como tal me desempeñé en Secundaria.
En la escritura, busco mi estilo, y trato de transitar por diversas aristas: poemas, cuentos, humor, gótico, lo erótico, en fin... ¿no es una aventura escribir?

Graciela Vargas
(Dharma ganesha)

Taller de Narrativa a Distancia 2014

Pasiones Literarias
Centro de Formación Humanística 
PERRAS NEGRAS