En
1866, a la edad de 43 años, Nobel puso un anuncio en un periódico que decía:
Rico y bien educado anciano caballero busca señora de edad madura, versada en
lenguas, como secretaria y ama de llaves. Lo de llamarse a sí mismo anciano
cuando sólo contaba 43 años dice mucho de la personalidad de Nobel.
Berta
Kinsky, una condesa de 33 años que había pasado por una mala época, contestó el
anuncio. Hasta ese momento, ella había estado al servicio de la aristocrática
familia Von Suttner, pero había iniciado un romance con el joven heredero
Arthur. Sus padres no aprobaron la relación por que era pobre y le pidieron que
se marchara. Así es como comenzó a trabajar para Nobel.
Berta
Kinsky von Suttner Nobel se prendó de la bella e inteligente Kinsky. Y no tardó
mucho en confesarle su amor. Ella le dio las gracias pero le dijo que estaba
comprometida con Arthur.
Berta
y Arthur se fugaron poco tiempo después. Nobel sólo la vio dos veces más, pero
mantuvieron correspondencia durante toda su vida. Como baronesa Von Suttner
tomó partido por la causa de la paz. En 1889 publicó un libro titulado ¡Abajo
las armas! libro que en su época tan sólo fue superado en popularidad por La
cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe. Berta había tocado un punto
neurálgico, y también había tocado a Nobel. Él la escribió una carta que decía:
“Acabo justo de leer tu obra maestra...” al tiempo que le dedicaba otros
calificativos como “una amazona que con tanto valor le hace la guerra a la
guerra”.
En
1982 Berta invitó a Nobel a unirse al congreso sobre la Paz que ella misma
había organizado. Él contribuyó no sólo con dinero, también asistió, pero lo
hizo de incógnito. Nobel insistía en que la mejor manera de acabar la guerra
era creando armas tan despiadadas que hicieran la guerra inimaginable. Y
continuó fabricando municiones al tiempo que apoyaba los esfuerzos de Berta por
la paz.
Antes
de morir (sólo cuatro años más tarde) estableció el premio Nobel en su
testamento. Estaba claro que incluiría en él la Física, la Química, la Medicina
y la Literatura. En cuanto al de la Paz, ambos no se ponían de acuerdo y en sus
cartas discutían respecto a las formas. Ofrecer esfuerzos para el desarme era
algo fútil para él, y en cambio debían premiarse los esfuerzos en el arbitraje
y acabar con los prejuicios que habían causado la guerra.
Cuando
Nobel murió, su testamento fue ampliamente debatido. Mucha gente pensó que el
premio a la Paz era un gasto inútil— loco idealismo. Pero ganó al ser llevado a
la corte, y el premio ha sido concedido desde entonces.
En
1905 Berta Kinsky Von Suttner recibió el premio Nobel de la Paz. Sin duda ella
había hecho mucho por la paz, pero sospecho que su mejor contribución a la
causa fue la de haber influido de manera determinante en el mismo Premio Nobel
de la Paz.
De: The Engines of
Our Ingenuity