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Madrileña, nacida en 1947. Comienza a pintar en forma autodidacta a los doce años. A los 23, ingresa al Monasterio de Santa Lucía, en Zaragoza. |
“Se tiende siempre a pensar que se descubre la vocación al
inicio de una andadura. Yo he llegado a creer que descubres la autenticidad de
la vocación cuando ésta va siendo más y más probada con el correr del tiempo en
sus avatares. Podemos tener afición o gusto, incluso desmedido, por
determinadas actividades; pero sólo reconocemos que aquello es una vocación
-una llamada- cuando nos hace saltar por encima de toda dificultad.
En mi caso, con el tiempo se fue haciendo pasión la
necesidad de contar amores y emociones. Pero... ¿cómo? Plasmando gráficamente
lo que necesitaba comunicar. Esto era la pintura: comunicar.
Para mí la pintura es ante todo medio de comunicación. Yo no
puedo expresarme dando palos de ciego, marcha atrás en el túnel del tiempo,
para imaginar al final una torpe escenografía sobre un Jesús de Nazaret, del
que ni los propios evangelistas quisieron dejarnos el menor rasgo de su
fisonomía. Sí puedo y debo, en cambio, expresar mi actitud ante la vida a la
luz de la enseñanza, a la luz de su palabra.”
“El hombre que despliega para sus semejantes un quehacer que
es exteriorización del sentimiento, de la plenitud interior, del anhelo
profundo del alma, de su ser enamorado de lo bello -lo sepa o no- ejerce una
fuerza creadora que emana de la divinidad. Y, por lo mismo, ofrece a todos la
posibilidad del encuentro con lo sagrado, de la experiencia íntima de Dios a
través de la "forma".
“Cuando el artista proyecta su propio espíritu sobre el tema
elegido, hace al que lo contempla olvidarse del tema, para entrar de inmediato
en la magia del entorno”.
“A la gozosa primavera le hace falta sequedad de muchos
veranos que agosten todo lo superfluo. Es preciso que el Sol queme mucho para
que el otoño luzca las galas de sus oros”.
Extractos de Revista Esfinge
de Entrevista realizada por María Teresa Cubas.