La naturaleza del amor
Un hombre ama a una mujer, porque la cree
superior. En realidad, el amor de ese hombre se funda en la conciencia de la
superioridad de la mujer, ya que no podría amar a un ser inferior, ni a uno
igual. Pero ella también lo ama, y si bien este otro lado le crea una gran
incertidumbre. En efecto: si ella es realmente superior a él, no puede amarlo,
porque él es inferior. Por lo tanto: o miente cuando afirma que lo ama, o bien
no es superior a él, por lo cual su propio amor hacia ella no se justifica más
que por un error de juicio.
Esta duda lo vuelve suspicaz y lo
atormenta. Desconfía de sus observaciones primeras (acerca de la belleza, la
rectitud moral y la inteligencia de la mujer) y a veces acusa a su imaginación
de haber inventado una criatura inexistente. Sin embargo, no se ha equivocado:
es hermosa, sabia y tolerante, superior a él. No puede, por tanto, amarlo: su
amor es una mentira. Ahora bien, si se trata, en realidad, de una mentirosa, de
una fingidora, no puede ser superior a él, hombre sincero por excelencia.
Demostrada, así, su inferioridad, no corresponde que la ame, y sin embargo,
está enamorado de ella.
Desolado, el hombre decide separarse de la
mujer durante un tiempo indefinido: debe aclarar sus sentimientos. La mujer acepta
con aparente naturalidad su decisión, lo cual vuelve a sumirlo en la duda: o
bien se trata de un ser superior que ha comprendido en silencio su
incertidumbre, entonces su amor está justificado y debe correr junto a ella y
hacerse perdonar, o no lo amaba, por lo cual acepta con indiferencia su
separación, y él no debe volver.
En el pueblo al que se ha retirado, el
hombre pasa las noches jugando al ajedrez consigo mismo, o con la muñeca tamaño
natural que se ha comprado.
De: http://aplicaciones2.colombiaaprende.edu.co
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Escritora y traductora uruguaya
de relevancia internacional
que reside en Barcelona.
Deberíamos recordarla
más a menudo y no sólo
por ser compatriota
sino por la calidad de
su creación literaria.
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"Pienso, entonces, que se escribe porque se muere, porque todo transcurre rápidamente y experimentamos el deseo de retenerlo; la literatura es testimonio, precisamente porque todo está condenado a desaparecer, y eso nos conmueve ya veces nos pide a gritos residencia. Escribo, por lo tanto, porque estoy momentáneamente viva, en tránsito, y no quiero olvidar..."