miércoles, 30 de abril de 2014

1º de Mayo- Día Internacional de los Trabajadores












"Con la eternidad de la alegría..."

Los Mártires de Chicago




A LOS HÉROES DE LA RESISTENCIA

(En el llano, en las ciudades:
a todos los que fueron mártires.)

Dios mío, tú no les darás a los que padecieron atrozmente
por la justicia, a los enterrados vivos,
a los que les sacaron los ojos o les arrancaron
los testículos, a los amenazados
en lo más vulnerable, la mujer o los hijos,
tú no les darás la gloria efímera de un nombre
que se repite vagamente en las conmemoraciones patrias,
un día que sirve para que vayan a las playas
o el estudiante se reúna con su novia,
tú no pondrás su retrato a la puerta del taller
o le pondrás su nombre a alguna escuela,
tú no les darás esos premios hermosos,
pero sin duda definitivamente insuficientes,
un estandarte glorioso que mueve a las muchedumbres
a los nuevos heroísmos necesarios,
pues esto, con ser tanto, todavía es tan poco
para la irreprimible exigencia del corazón,
y todavía sería quedar en deuda con ellos,
pues la justicia de amor ha de ser otra,
la que desea la esposa para el esposo,
el amigo para el amigo,
el hermano para la hermana,
la madre para el hijo,
tú le darás lo único capaz de saciar la exigencia más alta
y nada menor que esto,
llegará la hora de la infinita dulzura no correspondida,
del amor mil veces defraudado,
lo que espera vagamente en el rostro de toda adolescente,
la hora del encendido amor, la hora
de la que dijo el poeta: los mutilados de las guerras
que volverán sanos a sus hogares,
será el consuelo profundo, el que sorprende revelando
hasta qué punto no habíamos sido antes consolados,
la hora que llene el vacío del satisfecho y el vacío
del insatisfecho, la hora de la dicha
que siempre esperó el corazón,
porque en el momento de la agonía
no pudo ser consuelo suficiente saber que no sería en vano,
ni todas esas frases del ejemplo que no muere
y de que el héroe no ha muerto,
porque el héroe se muere y se muere siempre solo
porque tuvo que haber un instante de absoluta soledad,
agonía del cuerpo y agonía del espíritu,
un instante al cual nada tenían que ofrecer
la historia ni los partidos,
instante sacro del por qué me has abandonado,
pero ese instante, Dios mío, tú no lo olvidarás,
el Amor no puede olvidar al amor,
el Amado a la amada,
tú uno a uno guardaste sus pasos, no esconderás su rostro,
tú lo harás reclinar junto a tu pecho el día del regreso,
a la muerte de los héroes
tú no la conmemorarás con un día de duelo
sino con la eternidad de la alegría,
no les darás la bienaventuranza que ofreciste a los puros
y es que ellos verían a Dios en su pureza,
ni la de los pacíficos, a quienes prometiste
que ellos poseerían la tierra,
ni la de los que lloran de los que dijiste
que ellos serían consolados,
sino la más alta bienaventuranza, la última,
la promesa: pero bienaventurados
los que padecieron por la justicia
porque de ellos es el reino de los cielos.


Fina García Marruz






Día del Trabajador Rural: 30 de abril


















El Arenero


¡Estas arenas del Santa Lucía sí que son arenas!... ¿Y las aguas? Andan siempre entre las piedras. No conocen el barro...

Además dan de beber a una ciudad. Perico deseaba irse un día aguas abajo y conocer bien el río. Lo que se dice bien. Porque un río debe tener cosas para ver que no se acaban nunca. Lo piensa ahora que está paleando arena, llenando la carreta para ir al pueblo.

En el cauce lento se levanta una suave niebla. Los bueyes alientan un vaho que asciende en la amanecida. El fueguito carrero calienta la pava ennegrecida. Vuelan rectos hacia el cielo los aguateros, y las tijeretas, cortando con golpes de cola las últimas estrellas.

—Hay arena más fina en el mar —le dije un día.

¿El mar? El no lo había visto. Pero conocía a un hombre que viajó por él. Nunca le había hablado de las arenas del mar.

Le llevé un puñado un día.

La miró y dijo simplemente:

-Esto no es arena. Es polvo. No ensucia las manos pero no es arena. Arena es esto!

Levantó del río un puñado, la extendió en la palma de la mano:

—Se puede poner en la boca. Es dulce y fresca.

Paleaba y paleaba Perico. La mañana comenzaba a levantar árboles contra el sol que estaba creciendo tras el bosque.

El mar sería lindo. Pero no tenía árboles. Los barcos no eran sino carretas. No necesitaban caminos para viajar. Y terminaba:

—Mi padre, que era carrero, iba así por los campos. Las estrellas lo guiaban. El será arenero toda la vida. Le gusta mucho el río, las arenas, los árboles. Cuando a uno le gusta una cosa y puede serlo no precisa más...

—Todo es lindo. La mañana y la tarde... ¿Y el mediodía? Guardar bajo las arenas una sandía, y luego partirla, y comerla y beberla mientras arden las cigarras en el talar crespo y gris.

—¿Y la noche? Hay un rato que el río no canta. Oye.

—Creo que el agua se queda quieta y no va a ningún lado. Oír esto es lindo. Es más lindo que oír los ruidos.

—Claro, oír el silencio tiene que ser lindo.

—Y sacar arena de donde se debe sacar. No es cuestión de sacar y sacar. No. Hay que sacar la que el río no necesita. Y para esto hay que conocer bien el río, que es una cosa viva y está en su cauce como un cuerpo vivo en el aire, y se va por donde necesita ir.

Y Perico hace en la vida lo que desea hacer. Va por ella como un río por la tierra. Cumple su misión con respeto de sacerdote por su religión. Pero él no sabe esto. Lo hace así porque él también tiene arena dulce y rubia en el fondo. Perico es como un río.

Juan José Morosoli

De: http://auroramartino.blogspot.com

Sí, es posible que todavía, 
alguno de estos compatriotas
diga "haiga" en lugar de "haya".
Pero, ¡es tan rico el pan nacido 

del noble y abusado sudor
de sus manos!
Y ninguno de nosotros/as recordamos 

entonces
que nos han regalado, en su trabajo,
su TIEMPO.