Ayer por la tarde, en el programa Esta boca
es mía de Teledoce, se emitió un video sobre el desalojo del Codicen.
En realidad, no se trató de una visión más de
las que están circulando sino de una inteligente compilación de las caras y las
máscaras que sucesivamente mostraron los mismos actores políticos involucrados.
Para quienes aún no tuvieron la oportunidad de
observarlo, lo compartimos:
Quienes no fuimos arrollados por el efecto Rashomon de las incontables versiones provocadas por esta jugada ajedrecística del Gobierno, deducimos que:
a)
Dividir el escenario en dos áreas, apuntó a generar exactamente esta
fractura en la opinión social que ahora padecemos, y que no es más que el
desmenuzamiento de los fragmentitos en que se ha descompuesto la sociedad
uruguaya. “Divide y triunfarás” dijo Julio César y aplicaron Napoleón y
Maquiavelo, ¿verdad?
b)
Akiro Kurosawa, el cineasta que popularizó el efecto Rashomon a partir
de la fusión de dos cuentos del escritor Akutagawa, sostenía que, sin lugar a
dudas, detrás de la incompletud de cada versión existe el ocultamiento de intereses
tendientes a la preservación de cierta imagen.
Muy compartible su planteo, en especial
cuando aún se ignora quién fue el responsable de impartir una orden que ni
siquiera vislumbró que las Fuerzas Policiales no están preparadas para una
actuación acorde a su rol represivo porque... cinco o seis guardias para
reducir a una persona desarmada... es signo de ineptitud, de ausencia de
entrenamiento y de una alta carga de violencia personal que la Institución no
se ha interesado en canalizar.
c) El
saldo patético no radica, lamentablemente, ni en los heridos ni en la
judicialización de la protesta, ni en el sugestivo desplazamiento del centro de
la atención desde el 6% -jugosa zanahoria prometida en la campaña electoral a
la Educación- hacia los “variados chivos expiatorios” de este momento.
El saldo patético es el descreimiento
colectivo; el saldo trágico es haber usado a los jóvenes -los que ocuparon y
los que no tienen ni un pedacito de futuro estable- como desechables piezas de
ajedrez.
Y seguimos sumando, señoras y señores
verdug@s del desencanto.