lunes, 11 de agosto de 2014

La Ciencia no descubrió aún la milagrosa sustancia capaz de reparar el quebrado tallo de una flor.



















Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

De: El rayo que no cesa
de Miguel Hernández



Melissa Ruggiero tenía quince años recién cumplidos. Con su familia preparaban la fiesta con que celebrarían esa especie de rito tradicional que marca la iniciación a esa otra etapa de la adolescencia; por alguna razón la habían diferido.


El sábado, asistió a un cumpleaños: otra quinceañera cumplía con la soñada ceremonia. Pero Melissa no pudo regresar a su casa, a sus seres queridos, a sus clases. Una bala le atravesó el corazón; una bala disparada por otro joven quebró el frágil tallo de esta flor.


Melissa era alumna del Liceo de Joaquín Suárez, una localidad rural del departamento de Canelones. Año a año much@s docentes reelegimos nuestra carga horaria en esa Institución. No nos anima la costumbre, nos atrae la cálida cercanía de la relación humana entretejida en ese espacio. Un contexto educativo nunca está exento de conflictos, así pertenezca al más elevado estrato social su población; pero no es éste el caso. Además de la estrecha situación económica de la mayoría del alumnado, venimos percibiendo una escalada de violencia doméstica y social en la zona, la misma que se desplaza por todo el país y, por qué no, por toda América Latina. O sea que no somos ilusos: tampoco nos alienta a ejercer en ese ámbito una idílica idea.

 Sin embargo, es un torturante desgaste intentar la práctica de estrategias realmente formativas en medio de una múltiple fragmentación -de las personas, de la familia, de la comunidad- (aunque a esa tortura nos sometemos); es quimérico aspirar a que una sola profesional Psicóloga pueda atender a más de mil doscientos alumnos; es negligencia pura de las autoridades competentes no haber designado a ningún Asistente Social para una Institución educativa donde la matrícula crece a un ritmo irrefrenable y desde donde se les ha sido solicitado con desesperación.

Y rayano en el absurdo es que, hasta ahora, ningún partido en el poder haya puesto su “solvente” mirada en una necesidad tan obvia como la de un gimnasio, un centro cultural, un espacio de sano entretenimiento, para l@s jóvenes de un paraje que, más allá del Liceo, sólo es un caldo de cultivo para el ocio innoble.

La lista de responsables podría continuar hasta la mención del mismo Presidente de la República, tan afecto a demonizarnos, porque cuando la vida de un adolescente es tronchada de esta manera -y por desgracia no es la primera situación- nadie puede dar un paso al costado.

Detener esta espiral perversa es cuestión ineludible, apremiante; un derecho intransferible que nuestr@s hij@s reclaman, desde la Vida y desde la Muerte.

Así te sentimos tus docentes, Melissa, con el profundo dolor de haber perdido a otr@ hij@ en un pestañeo. Te dimos migajas cuando pudimos haberte provisto de pan suficiente para buena parte del camino. Pero en Suárez sólo hay pequeños hornos, los rudimentarios hornos de los pueblos pobres.

Y si a esta angustiosa pérdida sumamos que esa misma noche, otra jovencita más había sido violada pocos momentos antes, casi se podría decir, recordando a Vallejo, que Suárez nació “un día en que Dios estuvo enfermo”.   






















Despedida de sus compañer@s.

Tu corazón: el motor para
el latido de nuestros próximos actos
por transformarnos y transformar.