domingo, 8 de diciembre de 2013

"Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros“. - Franz Kafka










"A mí me gusta aquel príncipe que estaba leyendo un libro cuando el verdugo fue a buscarle, le tocó el hombro y le dijo que ya era la hora, y él, al levantarse, antes de cerrar el libro, puso un abrecartas para señalar la página."

El Bosque de la Noche

Djuna Barnes





A mí me gustaría saber qué imaginan ustedes acerca de los datos silenciados que contiene el texto de Djuna Barnes. Si se animan, espero esos comentarios. 

Sólo tienen que acceder al formulario del pie de página y empezar a escribir. 

La Filosofía también ha bajado sus párpados para contemplar a la tercera edad.

Gabriel Marcel
7 de diciembre de 1889 - París, Francia
Filósofo y dramaturgo




















“Apenas es necesario insistir en la impresión de asfixiante tristeza que se desprende de un mundo cuyo eje central es la función. Me limitaré a recordar aquí la penosa imagen del anciano jubilado, y otra también semejante a la anterior, de esos domingos de ciudad en que los viandantes dan precisamente la impresión de ser jubilados de la vida. En un mundo de este tipo, la tolerancia de que se beneficia el jubilado tiene algo de irrisorio y casi de siniestro.

Pero no sólo es triste este espectáculo para quien lo mira. Existe también el sordo e intolerable malestar experimentado por quien se ve reducido a vivir como si efectivamente se le confundiera con sus funciones; y este malestar basta para demostrar la existencia de un error o un abuso de interpretación atroz, al que un orden social cada vez más inhumano y una filosofía también inhumana (filosofía que si bien ha preformado ese orden, después ha copiado de él) han tendido igualmente a arraigar en las inteligencias indefensas. (...)

La palabra creatividad se nos presenta aquí por primera vez, y sin embargo, es la palabra decisiva. Donde hay creatividad no hay, ni puede haber, degradación. La degradación comienza en el momento en que la creatividad se repliega o se hipnotiza sobre sí, se crispa sobre ella misma.

En: APROXIMACIÓN AL MISTERIO DEL SER.




«Quizá un orden terrestre estable sólo puede ser instaurado si el hombre  guarda una conciencia aguda de su condición itinerante»
El esperanzado es un caminante, vive el riesgo, “el riesgo y la aceptación de riesgo”, del riesgo de desesperanzar.
En el que espera se distingue la cautividad o sentimiento de imposibilidad de acceder por los propios medios a la plenitud; pero, por paradoja, cuanto menos es sentida la vida como cautividad, tanto menos será capaz el alma de ver la luz de la esperanza. Junto a ella, la comunidad; quien espera no sólo dice yo espero, sino que, además, espero en ti y para nosotros, pues la esperanza atañe al yo que espera del tú y con el tú.
No hay esperanza más que al nivel del nosotros, y no al nivel de un yo solitario.
Esperar es con-fiar, fiar con. La esperanza, incluso privada de toda expectativa favorable, no está condenada a la desesperanza, desde el momento en que un hombre espera en otro. Sólo porque un adulto confía en él, desarrolla el niño sus potencialidades. También porque otro ser humano está a su lado podemos soportar las más terribles pruebas y los más duros recuerdos, las peores perspectivas. También porque sabe que su vida cuenta para la mirada amante de algunos seres al menos, el viejo acepta el tiempo.
El otro necesita saber que no desesperamos de él, “espero en ti”: si, por alguna razón, un niño es incapaz de ver el futuro con optimismo, se produce una interrupción inmediata del desarrollo. El ejemplo más grave lo encontramos en el caso de los niños que sufren autismo infantil, consecuencia de su completa incapacidad para imaginar mejora alguna. Una niña, tras un período prolongado de terapia, surgió finalmente de su total autismo y expresó lo que para ella caracterizaba a los padres buenos: “esperan algo de ti”. Esto implicaba que sus padres se habían portado mal, porque no habían sido capaces de tener esperanza ni transmitírsela a ella en cuanto a sí misma y a su vida futura en este mundo. Todo padre que se preocupe por el estado de ánimo de su hijo sabrá decirle que las cosas cambiarán y que algún día todo le irá mejor.
Desde luego, el hombre con esperanza es el que nos mira a los ojos y el que no la tiene es el que nos mira a los pies. ¿Sería mucho afirmar que dejamos de tener razón cuando ya no la esperamos en los demás? Hogar es la casa donde uno es esperado; para conocerle a uno hay que conocer su hogar. Si somos esperanza, si la esperanza es el tejido del alma, entonces desconfiar (y más aún desesperar) de un ser, ¿acaso no es negarlo en tanto que tal, es decir, tenerlo muerto para nosotros? La actividad creadora, la fidelidad, el amor, la generosidad y la esperanza se implican: “amar a un ser es esperar de él algo indefinible e imprevisible y darle a la vez, de algún modo, el medio de responder a esta espera” . Quien espera, da; quien no espera, esteriliza, niega a la realidad la posibilidad de una relación creadora: “sólo se puede hablar de la esperanza cuando existe esa interacción entre el que da y el que recibe, esa conmutación que es el sello de toda vida espiritual”

En: Homo Viator

De: http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com