sábado, 30 de abril de 2016

Spies grita: "La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». - José Martí, corresponsal de "La Nación" en Chicago






















Los trabajadores indocumentados nunca tendrán el más mínimo derecho de participar siquiera en algún simulacro electoral, ni de este ni del otro lado de la frontera: han nacido sin tiempo y sin espacio propio, con la única función de dejar su sangre en el proceso productivo, en el mantenimiento del orden de privilegios que repetidamente los excluye y, al mismo tiempo, se sirve de ellos. Todos saben que existen, todos saben dónde están, todos saben de dónde vienen y hacia dónde van; pero nadie quiere verlos. Tal vez sus hijos dejen de ser esclavos asalariados, malnacidos, pero para entonces los esclavos habrán muerto. Y si no hay cielo se habrán jodido del todo. Y si lo hay y no tuvieron tiempo de repetir cien veces las palabras correctas, peor, porque se irán al Infierno, el reconocimiento póstumo en lugar de alcanzar el olvido y la paz tan anhelada.
Mientras los ciudadanos, los “verdaderos humanos”, mantengan los beneficios de sus sirvientes con salarios mínimos y prácticamente sin derechos, día y noche amenazados por todo tipo de fantasmas, no tendrían ninguna necesidad de cambiar las leyes para reconocer una realidad instaurada a posteriori. Lo cual hasta parece lógico. Sin embargo, lo que deja de ser “lógico” -si descartamos algún tipo de ideología racista- son los argumentos de aquellos que acusan a los trabajadores inmigrantes de perjudicar la economía del país haciendo uso de servicios como los de hospitalización. Por supuesto que estos grupos anti-inmigrantes ignoran que el Social Security de Estados Unidos recibe la nada despreciable suma de siete billones de dólares anuales por parte de las contribuciones que hacen los inmigrantes ilegales y que, de morirse el trabajador antes de alcanzar la legalidad, nunca recibirán beneficio alguno. Lo que significa menos comensales para un mismo banquete. Tampoco pueden entender, claro está, que si un empresario tiene una flota de camiones debe destinar un porcentaje de sus beneficios para reparar el desgaste, los imperfectos y los accidentes que de dicha actividad se derivan. Sería un razonamiento interesante, sobre todo para un empresario capitalista, no enviar esos camiones al servicio para ahorrarse la erogación del mantenimiento; o enviarlo y echarle luego la culpa al mecánico de estar aprovechándose de su negocio. No obstante, esta es la clase y la altura de los argumentos que se leen en los periódicos y se escucha en la televisión, casi a diario, por parte de estos grupos de enardecidos “patriotas” que, aunque lo reclamen, no representan a un pueblo mucho más heterogéneo de lo que puede verse desde afuera -millones de hombres y mujeres, olvidados por la simplista retórica anti-americana, sienten y actúan de otra forma, de forma más humana.
Claro que no sólo les falla la dialéctica. También sufren de desmemoria. Olvidaron, de súbito, de dónde descendían sus abuelos. Salvo un reducidísimo grupo étnico de americanos-americanos -me refiero a los indígenas que llegaron antes de Colón y del Mayflower, y que son los únicos que nunca se los ven dentro de estos grupos de anti-inmigrantes, ya que entre los xenófobos abundan los mismos hispanos, no por casualidad ciudadanos recientemente “naturalizados”-. El resto de los habitantes de este país ha venido de alguna parte del mundo que no es, precisamente, donde están parados aquellos con sus perros, sus banderas, sus mandíbulas adelantadas y sus binoculares de cazadores, salvaguardando las fronteras de malolientes descamisados que pretenden hacerles algún mal atacando la pureza de la identidad ajena. Olvidan, de súbito, de dónde procede gran parte de los alimentos y las materias primas y en qué condiciones se producen. De súbito olvidan que no están solos en este mundo y que este mundo no les debe más de los que ellos le deben al mundo.

Fragmento de: Los esclavos de nuestro tiempo
Inmigrantes apátridas: tírelos después de usar

Jorge Majfud
The University of Georgia


En: https://pendientedemigracion.ucm.es