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y Ella aparentaba entretenerse.
Por cierto tiempo funcionaba el juego. Así había sido desde el principio.
Pero poco a poco, Ella lo iba acorralando, lo iba desterrando. Tampoco él la dejaba en paz: cada vez eran más fascinantes sus historias; cada vez le costaba más a Ella desprenderse de ese hechizo. ¿Estaba tan vieja? ¿Tan artrítica estaba que ya no podía dominar el espacio con la agilidad de su arcaica juventud?
Un día, harto del ritual, Horacio Quiroga no quiso representar más el papel del perseguido. Con la fuerza aprendida del mensú, clavó la estaca de una sutil aguja en aquel débil brazo de la Muerte,su amiga ahora, para siempre.
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31 de diciembre de 1878 -Salto, Uruguay |
“Ten fe ciega no en
tu capacidad
para el triunfo,
sino en el ardor con
que lo deseas”
Horacio Quiroga
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