La
“matzá” es una masa no leudada, plana, nacida del intento por satisfacer dos necesidades
básicas: la sobrevivencia y el hambre. Tiene su abolengo, entonces, esta
humilde plaquita de cereal y agua.
Para
el pueblo judío es símbolo tácito de su huida de Egipto, de su liberación de la
esclavitud, de su templanza para sobrellevar los apremios fisiológicos que el
apetito no satisfecho provoca.
Gracias
a Daniela Rostkier, que compartió “matzá” con sus compañeros/as del Taller de
Narrativa, y nos permitió comprobar que sigue siendo realidad en esta Casa el
respeto por el amplio abanico ideológico de cada uno de sus integrantes.
Conviven
en este espacio quienes sólo reconocen en esta Semana la oportunidad de hacer
Turismo, los/as que esperan la Vuelta Ciclista, aquellos/as que profesan
ancestrales filosofías orientales y quienes reviven la resurrección de Jesús con
unción.
Entre los milagros que obra la literatura uno es incomparable: siempre
nos acerca al Otro; dejarlo entrar o rechazarlo es la responsabilidad que
incumbe al grado de libertad construida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu interés