miércoles, 9 de abril de 2014

Producción de Talleres (15)















El benteveo en la ventana


- Elvira, recordá poner en el bolso la camisa verde y  la azul y el buzo de manga larga por si hace frío – dice Pedro con su vozarrón mientras que se anuda la corbata frente al espejo.

Elvira asiente silenciosamente mientras su mirada se pierde en la pared blanca y algo descascarada que tiene ante sí.

-También tenés que tener todo  pronto para las cinco y media. Acordarte de poner todas las cosas que te indiqué en la lista que te dejé ayer. ¡No se te vaya a olvidar nada! Todas me son imprescindibles. Ya sabés que me pongo muy ansioso cuando me falta algo que necesito. Todo tiene que salir perfecto.

Elvira, que ya buscaba en el caos del ropero las camisas, vuelve a asentir con la cabeza sin decir nada.

- Mi amor – dice Pedro, volviéndose hacia Elvira. ¿Cuántas veces te voy a pedir que vayas a la peluquería? No podés ir así como estás.  ¡Modernizate un poco! ¡Qué van a pensar si llegás a presentarte así delante de todos! ¡No quiero ni imaginar que se rían de mí¡  ¡Sabés que soy muy  querido entre mis colegas de trabajo, que siempre recurren a mí por consejo¡ ¿Qué dirían de mí si me ven llegar contigo, tan desaliñada y desagradable?  Sé que no tenés una mente brillante como la mía pero, bueno, por lo menos hay que aparentar- dice, riendo.

De  pronto su semblante se torna serio.  

- ¡Ah! Cuánta razón tenía mi padre  – dice, bajando un poco la voz. Pero yo insistí tanto, ¡bah! si hubiera sabido entonces que aquello pasaría. Yo... bueno… No importa. 
Elvira traga fuerte y en un esfuerzo se aclara la garganta mientras sigue revolviendo nerviosamente la ropa.

- Bueno, me voy a trabajar, recordá que vengo temprano. Tené todo pronto para irnos enseguida. Te llamo durante el día para ver cómo vas ya que sos muy olvidadiza. Tengo que estar recordándotelo todo. ¡Qué harías sin mí, mi amor, qué harías!

Pedro toma su maletín, apenas besa a Elvira en la frente y sale como un torbellino. Elvira respira profundamente. Tiene aún muchas cosas por hacer: ir a la ridícula peluquería, arreglar un sinfín de ridículas cosas, ponerse presentable para los ridículos colegas de su marido.  Pero antes decide tomar un té. Va a la cocina, y pone agua a calentar.  Se deja caer en una silla y mira por la ventana mientras espera que hierva.   Hay un inusual silencio en la calle o al menos eso le parece a ella. Puede sentir el susurro de los árboles balanceados por el viento, el ruido del mar a lo lejos, los pájaros cantando. De pronto un benteveo se posa en la ventana. Inmóvil, ella lo observa. El benteveo, llenando su soberbio pecho amarillo, canta, y enseguida emprende el vuelo.

El agua hierve ya.

Y continuó hirviendo.


Andrea Alves

Taller de Narrativa
Pasiones Literarias
Centro de Formación Humanística 
PERRAS NEGRAS




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