jueves, 26 de junio de 2014

FIFA: una máscara más de las transnacionales






Nadie que se precie de una mediana cultura podrá ignorar que sobre el mundo pende la garra del buitre que ya Kafka había advertido, y que, metamorfoseándose tras una de sus múltiples máscaras de inocentón semblante, se revela tal cual es en una instancia casi frívola como la de un Encuentro Mundial de Fútbol.

Más allá de las disquisiciones acerca de si los hechos se consumaron según las apariencias 
-investigaciones que no sabemos si se efectuaron o no-, resulta trascendente estipular que:

- La talla moral de la FIFA la inhabilita para sancionar a un cordero o a un lobo.
  Una mordida -acto que vale la pena reiterar no ha sido probado- resulta verdaderamente invisible ante robos, estafas, fraudes,... en fin, la serie propia del accionar mafioso respaldado en poderes económicos de magnitud inimaginable, poderes que, por otra parte, están enraizados en el constante saqueo de nuestras piedras preciosas, de nuestro oro, del sudor y la sangre humanas desde la época de los pueblos originarios hasta el presente.

- El Derecho -patrimonio ancestral de la vieja Europa- prohíbe que una misma transgresión genere más de una sanción; menos aún tres. Extraña que el nivel intelectual de uno de los mayores centros de poder terrenal se haya rebajado a semejante ignorancia.

- Los propios hermanos brasileños han venido reaccionando ante el despilfarro económico que insumió la preparación de esta horrenda imagen especular del Pan y Circo del Imperio Romano. Para los gobernantes no era conveniente ni siquiera la posibilidad de imaginar que el fracaso inesperado del 50 se concretara de nuevo, porque tal vez la meta “asegurada” haya sido la de ocultar el sol -el sol infernal de la realidad social en Brasil- con un dedo, un dedo manchado por la traición de quienes se sienten invencibles. Por eso es oportuno recordar unos versos antiguos que dicen:

XI

  Los estados e riqueza,
que nos dexen a deshora
  ¿quién lo duda?,
non les pidamos firmeza.
pues que son d'una señora;
  que se muda,
  que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
  presurosa,
la cual non puede ser una
ni estar estable ni queda
  en una cosa.


XIX

  Las dávidas desmedidas,
los edeficios reales
  llenos d'oro,
las vaxillas tan fabridas
los enriques e reales
  del tesoro,
  los jaezes, los caballos
de sus gentes e atavíos
  tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
  de los prados?


Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique en http://www.poesi.as

La hipocresía de los soberbios es capaz de
cualquier eslogan.
Pero ya no hay máscara
que pueda encubrirlos.

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