jueves, 10 de julio de 2014

¿ Niños y niñas categorías "a", "b" y "c"?



Bajo el poder nazi fueron asesinados más de un millón de niños y niñas judí@s.

Tal vez esta niña palestina se esté preguntando qué número le han asignado a ella l@s adult@s responsables de este progresivo y certero genocidio del que es víctima ignorada, cosificada, “daño colateral” como reza el eufemismo más repugnante entre los que circulan por estos tiempos de banalidad global.

Yo no me pregunto, yo afirmo que semejante sangría está perpetrada por poderes realmente incompetentes, puesto que ni las estrategias de la inteligencia natural ni las de la inteligencia tecnológica les han dotado de la sensatez elemental para actuar con un mínimo de humanismo. El primitivismo que evidencian sus prácticas nos retrotrae fácilmente a la escala anterior a la de los homínidos, y quizás sea una categorización insuficiente.

Decía Hanna Arendt que cualquier persona mentalmente sana puede llevar a cabo los más horrendos crímenes cuando pertenece a un sistema totalitario, sólo por el deseo de ascender dentro de la organización y hacer carrera dentro de ella, sin reflexionar sobre sus actos: no se preocupan por las consecuencias de lo que hacen, porque está amparados por un marco “legal” y naturalizado.

El asunto es que estos pueblos se cobijan bajo otro marco, anterior al político e introyectado por la fuerza de la tradición: el marco religioso. Lamentablemente, vaciado de contenido.

“La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, sentenció Einstein. Pero tampoco fue asimilado.


La carrera del poder no admite demora, ni siquiera para una sinapsis elemental. La avaricia es siempre una loba esmirriada: corre y corre empujada por la tromba de su perpetua insatisfacción.




¡Filicidas!


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